Sin diván.

Alfons Quintà y la violencia de género.

La trágica muerte de la doctora en medicina Victoria Bertrán de un tiro en la cabeza disparado por su esposo, el periodista Alfons Quintà, quien posteriormente se suicidó con la misma escopeta de caza con la que había matado a su esposa, debería alertarnos, por un lado, de la ineficacia de las medidas adoptadas por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y las campañas informativo-pedagógicas para prevenir y aun erradicar la violencia de género y, por otro lado, de que la Educación, el Derecho y la Religión, instituciones en las que descansa la cultura, siendo necesarias y deseables, fallan. Pero, ¿por qué?

 

Antes de responder a esta pregunta conviene recordar:

 

1º. La doctora Victoria Bertrán, de 57 años de edad, tenía estudios superiores, y trabajaba como médico en el CAP de Les Corts.

 

2º. Victoria Bertrán frecuentaba, por lo mismo, a otras personas con estudios superiores.

3º. En el ámbito laboral de Victoria Bertrán se conocían las campañas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para atender y prevenir los casos de violencia de género.

 

4º. Los compañeros de trabajo de Victoria Bertrán sabían, si la información que se ha publicado al respecto es veraz, de la situación de violencia de género que ésta sufría.

 

5º. La familia de Victoria Bertrán, según informaciones contrastadas, era conocedora de la idiosincrasia y carácter de su esposo, ahora denunciados por algunos de los que fueron sus compañeros de trabajo y supuestamente los sufrieron, el periodista Alfons Quintà, de 73 años de edad. Parece ser que la asesinada llamaba frecuentemente a su madre para contarle episodios de su desventurada vida matrimonial, conversaciones que, por otra parte, no sirvieron para poner fin a su calvario.

6º. Explica Maika Navarro, en La Vanguardia, que hace una década la madre de Victoria relató su pesar al escritor Quim Monzó en relación con la suerte que podía correr su hija junto a Quintà. Según Monzó, ésta le confesó desesperada: «Quintà está loco y tengo mucho miedo por mi hija.» Asegura Monzó que intentó tranquilizarla y que le aconsejó que lo denunciara a la policía.

 

7º. El matrimonio del conocido periodista, originario de Figueres, y la doctora en medicina duró más de 30 años.

 

8º. Victoria finalmente se vio con fuerzas para abandonar a Quintà el pasado septiembre y, según algunas fuentes, tenía intención de pedir el divorcio. Desde entonces parece que Quintà deseaba obsesivamente que su esposa volviese con él.

 

9º. Alfons Quintà, tras una delicada operación de corazón, vivía en soledad su enfermedad y el dolor de la separación. Esa situación y la insistencia del periodista convencieron a Victoria para volver al lado de su esposo con la intención de atenderle.

10º. Alfons Quintà, –conocido escritor y abogado, destapó el caso Banca Catalana, fue asimismo delegado de El País en Catalunya, y primer director de TV3–, escribió el pasado octubre, en el Diari de Girona, en un artículo que tituló La suerte de morir cogiendo la mano querida: «Aquél que muera intentando coger la mano de la persona que quiere siempre obrará mejor que aquél que no lo intente. En definitiva, morir todos lo haremos. Los que tengamos suerte seremos aquellos que cuando lo hagamos tendremos en nuestras manos aquellas con las que soñamos y deseamos. ¿Habrá suerte? Chi lo sa. Pero es preferible a la mejor póliza de seguros de entierro.»

 

11º. La malograda Victoria Bertrán nunca denunció a Alfons Quintà ni pudo desvincularse definitivamente de él.

12º. Quintà escribió una carta de despedida en la que se quejaba de que Victoria le hacía la vida imposible, que le fiscalizaba y que lo espiaba. Pero tras los amargos reproches, subrayaba que no soportaría que Victoria lo dejara.

 

13º. El periodista que llegó a ejercer de juez disparó a la doctora Bertrán el pasado lunes 19 de diciembre, alrededor de las 3 de la madrugada, en su domicilio de la calle Fígols. Instantes después, se suicidó con la misma escopeta.

Sería deseable que la crueldad de este suceso, por desgracia habitual en diferentes latitudes, sirviera para pensar la subjetividad, por tanto, para reflexionar sobre la instancia psíquica que nos determina, el inconsciente, una instancia que en el caso de ser maligna, que lo es frecuentemente, de nada sirve contra ella la formación académica, el derecho, la moral o la religión. En otras palabras, si como es conocido cada una de las personas que habitan el mundo se conforman en lo que son en relación con el discurso atravesado de deseos del Otro familiar inscrito en el Otro sociocultural, y siendo la socializadora Función del Padre el factor esencial del que depende el carácter y el modo de ser en el mundo de cada una de ellas, es dable recordar la necesidad de solucionar los problemas que ha generado la novela familiar por medio del psicoanálisis. La práctica clínica psicoanalítica es una excelente herramienta preventiva de los síntomas que describe la psicopatología así como de la perversa inclinación a lo peor que recuerda el proverbio «La ocasión hace al ladrón», un ladrón que ya lo era y que sólo esperaba la oportunidad para cometer la fechoría. Tal es el caso de la corrupción en sus distintas formas de presentación.

La insufrible falta-a-ser que caracteriza a un ente que no es Dios, como es el sujeto humano, puede hacer pensar a algunas personas, como pudo ser el caso de Alfons Quintà, que el otro, –en esta ocasión la doctora Victoria Bertrán–, era el objeto que obturaría la mencionada falta-a-ser y, por ende, el objeto que lo completaría e incluso lo haría absolutamente feliz, –me refiero, claro está, a Alfons Quintà–, objeto que el herido narcisismo yoico del asesino sin duda lo contempló como suyo por derecho. Estos aspectos cruciales en la llamada violencia de género, son los que recoge uno de los más célebres y también más enigmáticos aforismos de Jacques Lacan: «Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti, el objeto a minúscula, yo te mutilo.»

 

23 de diciembre de 2016

José Miguel Pueyo y Jordi Fernández