James Blair y Joshua Buckholtz. Del liviano saber de las neurociencias al horror de la criminalidad por sentimiento inconsciente de culpa

«El asesino es excepción: llegar a matar es muy difícil». Esta es una de las ideas que, no sin renovada sorpresa, leo en la entrevista del periodista Víctor-M. Amela al neurocientífico James Blair. («La Contra» de La Vanguardia. 08/12/2012).

 

Otro destacado neurocientífico, Joshua Buckholtz, director del laboratorio de Neurociencia y Psicopatología de la Universidad de Harvard, en la entrevista que concedió a Lluís Amiguet para el mismo periódico (22/12/2012), tras indicar que «la neurociencia aún es inaplicable a la justicia», aseguraba que «ejercitar la memoria planificadora mejora el autocontrol.»

 

A nadie se le escapa lo evidente de la afirmación de James Blair («al hombre no le es fácil matar a un congénere»), mientras que la consideración del joven de 35 años Joshua Buckholtz («la memoria planificadora mejora el autocontrol») invita a diferentes aclaraciones.

 

¿Qué es la memoria planificadora? Buckholtz dice que es «una especie de meditación de contacto permanente con nuestros objetivos: tener presencia de tu programa mental y visualizar a menudo etapas y el éxito ─la gratificación─ final de esos planes». En esta idea cognitivo conductual resuena el antiguo bloc de notas, los buenos propósitos para el Año Nuevo, el arte de la prudencia de toda la vida, así como el más moderno coaching empresarial. Buckholtz no se queda ahí. Asegura que la memoria planificadora mejora el autocontrol general y de manera especial los impulsos violentos y viscerales, pero elude cuánto los mejora y tampoco explica en qué casos se da la mejoría. Trucos discursivos como los del joven Buckholtz no les pasan inadvertidos a las personas más desprevenidas. Y lo que tampoco pasa a nadie por alto, más aún porque él mismo lo explica, es que su «laboratorio de Neurociencia de Sistemas de Psicopatología (SNPlab), de Harvard, investiga cómo imponemos nuestra voluntad a nuestro instinto». A esta desmedida confianza en la razón, habría que añadir que quien se pretenda, ya no como digo científico, sino simplemente riguroso en relación al tema de la criminalidad, se cuidará de emplear la palabra «instinto» (instinct, en inglés) para referirse al ser humano. Todo indica que Buckholtz desconoce que los seres humanos, a diferencia de los animales, lejos de tener instintos tenemos pulsiones (drive, en inglés). Por eso, aunque no sólo por eso, los humanos somos animales sumamente peculiares.