Martin Seligman, o de la intromisión ideológica del buen vivir por la Psicología Positiva

Psicólogo tenía que ser y padre de la psicología positiva por más señas, quien recalara en Barcelona con la intención de presentar verdades de Perogrullo a las personas de la ciudad Condal e incluso a las de más allá de Ulldecona. Y es que no es poca osadía intelectual presentar como novedad lo que recuerda la historia desde la época de los antiguos sacerdotes y moralistas del fértil valle del Nilo, por ejemplo, que la felicidad se puede enseñar y, por tanto, conseguir.

 

Seligman afirma sin empacho que los psicólogos, –supuestamente hasta él–, «no se habían ocupado de explicar a la gente cómo llevar una buena vida». ¡Señor, Señor! Este presidente de la Asociación Americana de Psicología ignora que psicólogos, filósofos, pedagogos, tanto más que los moralistas de todas los tiempos han hecho de la enseñanza del buen vivir, directa o indirectamente, uno de sus fundamentales cometidos.

 

Como era de prever, Seligman pretende reforzar su narración con palabras tan sugestivas como «ciencia, razón, experimentación, neurociencia…», pero ni en este artículo ni lo que ofrece en su último libro superan lo conocido, algo tan ajeno a la novedad y falto de credibilidad en el marco del que él se propone como agente.

 

Ejemplo notorio de la intromisión de la ideología en la vida de las personas, amén de desconocer que la razón (consejos, argumentos racionales, persuasiones…) es impotente contra los síntomas, son las siguiente afirmaciones de este psicólogo «Potenciar nuestras fortalezas… habilidades (optimismo, templanza, coraje, humanidad, autoestima, gratitud...) es una forma de potenciar el bienestar… contra los pensamientos pesimistas busco argumentos realistas que los desmonten… Las investigaciones sobre la depresión demuestran excelentes resultados con la estimulación de emociones positivas como la alegría, la esperanza o la ilusión…»

 

La entrevistadora, Ima Sanchís, se muestra perpleja ante las afirmaciones de Seligman pero sólo puede decir «Increíble», y preguntar, pero «¿Todo pasa por la razón?». Mas Seligman es de los individuos que no se arredran, todo hace pensar que porque no puede y/o no sabe hacer nada mejor. En suma, el narcisismo del que se supone científico y el alejamiento de la ética respecto de la práctica clínica son, en esta ocasión al menos, aspectos de una hipermodernidad que pretende reducir al sujeto humano a su dimensión biológica y a la razón, hipermodernidad de la Seligman es víctima, habría que subrayar, tanto como pueden serlo quienes siguen sus ideas y consejos, «Steve Miller –afirma Seligman– ha encontrado los circuitos cerebrales que la activan y desactivan. Yo los llamo los circuitos de la esperanza, podremos desactivar la depresión…»… y para alcanzar el grado mayor de felicidad aconseja «Aumentar las relaciones y las emociones positivas, el compromiso (poner en práctica las fortalezas personales), el sentido y el logro (establecer metas que nos motiven a conseguirlas)», concluye con la sonrisa del que se cree feliz.

 

Girona, 28 junio de 2016

José Miguel Pueyo