El horror a lo femenino

 

Así no hay manera de que Freud y el psicoanálisis en general sean creíbles. El problema no es menor porque la persona que introduce las resistencias a nuestra clínica es, en esta ocasión, el propio psicoanalista. Tal es el caso de José R. Ubieto. Contrariamente a lo que se podría suponer, Ubieto no es un acólito de la I.P.A., y tampoco pertenece a ninguna otra trasnochada escuela psicoanalítica. Desde su singular lacanismo afirma que «lo femenino se opone al tener, a lo programado, a lo fálico como única solución.»

 

En primer lugar, José R. Ubieto no tiene en cuenta el medio en el que publica su artículo (escribe en un periódico generalista, La Vanguardia, domingo, 9 Junio de 2013) y, por consiguiente y lamentablemente desaprovecha el espacio que le ofrece el conocido periódico. Además, sus aseveraciones son discutibles, y no sólo por dejar de lado el tratamiento particular que cada caso se merece, pues incurre en la deplorable generalización, y hace asimismo del psicoanálisis, para no pocos lectores de su artículo, una disciplina dogmática e incomprensible y, por lo mismo, dudosa en todos los aspectos posibles.

 

Ignoro quién le ha dicho que «las prostitutas …son antitéticas a la madre, fiel e incondicional, ellas (las prostitutas) se presentan infieles y con condiciones de entrega». El hecho es que contrariamente a lo que afirma, la madre puede ser para el hijo una prostituta, la primera puta para el hijo que imagina, por decirlo así, que su madre es suya por derecho: ¡Pues no se acuesta, después de seducirme con mimos, con ese otro (el padre)!, podría decir el despechado hijo. De ahí que en aquellas ocasiones en las que el padre no cumple la función que tiene encomendada desde los orígenes de la cultura (o sea, la castración-separación de la alienación al capricho de Otro que habitualmente encarna la mamá: Función-del-Padre), suele aparecer en el hijo, ya en edad adulta, la pasión del odioenamoramiento, a la mujer (a la otra mujer, que por serlo representa a la madre).

 

Todo viene a cuento de Juan Carlos Aguilar, el shaolin bilbaíno a quien atribuyen más de un asesinato de mujeres dedicadas a la prostitución. Es curioso que Ubieto, un psicoanalista, asuma de buenas a primeras los argumentos de quienes afirman que Juan Carlos Aguilar no es ni maestro shaolin, ni campeón de kung-fu. ¿Pero es que hay diploma de shaolin, y si lo hay quién lo expide, sólo existe una escuela autorizada, autorizada por quién…? Es obvio que los maestros y gurús de los Océanos Budistas de la Tranquilidad, como el que regentaba el presunto asesino en el centro de Bilbao, se han desmarcado de este experto en artes marciales y gran espiritualista (véase sus espectaculares videos y entrevistas en la Red), y que Ubieto, por su parte, no ha comprendido esa básica estrategia corporacionista. Sorprende también que Ubieto no cite el trabajo en el que Freud, allá por el año 1916, habla de los delincuentes por sentimiento de culpa, o sea, de las personas que cometen un crimen para ser castigados, pues con el castigo piensan que podrán liberarse de la angustia que los atormenta. Es conocido que esas personas denuncian con sus crímenes que quien tenía que haberlos castigado en su infancia, el padre, no lo hizo adecuadamente. (¿Podría ser este el caso de Juan Carlos Aguilar?). En fin, junto a un retrato fallido del delincuente, amén de no diferenciar la mujer de la feminidad, Ubieto concluye su artículo con una banalidad propia de un experto desorientado en el ámbito de la criminalidad y la condición femenina: «A ellos les queda la satisfacción que encuentran en el acto y el objeto fetiche (cabello, ropa, trozos de cuerpo mutilado) que guardan siempre como un trofeo de caza.»

 

Girona, 09/06/2013

José Miguel Pueyo