La histeria en las manos del neurólogo Alexandre Gironell y su equipo.

(O cuando el desconocimiento clínico y terapéutico conduce a lo peor).

Si no fuera porque está en juego la salud sería para troncharse de risa. Me refiero a lo que sin el más mínimo empacho afirma el neurólogo en el hospital de Sant Pau (Barcelona) Alexandre Gironell, y cabe suponer que no es distinta la opinión de los miembros de su equipo (Àlex Gironell, del hospital de Sant Pau, y el grupo ViaBCN, Juan Manuel Badosa, Albert Roig, Danilo Moggia, Raffaele Tuccillo, Giulia Marconi, Marc Muñoz y Rafael Moreno).

 

Nacido en Besalú (Pla de l’Estany) y vecino de Santa Susanna (Maresme) todo indica que a este neurólogo le cayó un día en las manos un libro de hipnosis, y sorprendido por tan inaudito hallazgo le dio por aplicar tan obsoleta técnica, resucitada como tantas otras reliquias por el marketing neoliberal, a sus pacientes histéricas/os.

 

Incluso la persona más desinteresada por la hipnosis y la neurosis histérica, sabe que Freud fue uno de los primeros médicos en utilizar la hipnosis, y quizá conozca también que la abandonó, –como hizo con la electroterapia, los tratamientos químicos, en particular los alcaloides, la hidroterapia, las curas de reposo y dietéticas, y la catarsis, por tres razones: a) porque todos estos procedimientos estaban basados en la sugestión, y, por lo mismo, tenían efectos rápidos pero breves en tiempo; b) porque impedían conocer las causas de las afecciones psíquicas; y c) porque imponían la voluntad-ideología del médico en detrimento ético del paciente.

 

Pero esta lección freudiana se la saltó Alexandre Gironell, y ni siquiera tiene la deferencia intelectual de citar, ya no digo a Freud, pero qué siniestra razón le impide nombrar a Jean Martin Charcot, Ambroise Auguste Liébeault o Hyppolite Bernheim.

 

Son muchos y muy graves los errores clínicos y terapéuticos que se leen en la entrevista, por ejemplo:

 

• «el equipo de Alexandre Gironell es el único en España en tratar la conversión histérica». (Los psicoanalistas nos ocupamos de esta afección desde la época de Freud);

 

• que la causa de esta neurosis radica en que el sujeto ha visto los síntoma «en algún conocido, un vecino… y luego el paciente la reproduce». (Alexandre Gironell confunde la simple imitación con la identificación histérica);

 

• que «Sólo cuando ese paciente tiene público» presenta, reproduce los síntomas que ha copiado de otra persona. (La experiencia clínica demuestra otra vez el error del neurólogo);

 

• y por si esto fuera poco, según Gironell los síntomas se curan por distracción. A modo de ejemplo pone el rezo del devoto, del que dice «que es una suerte de autohipnosis: distrae la atención… ¡Y por eso estamos aplicando hipnosis clínica a pacientes histérico conversivos!». Es en este punto donde el agravio a la ética se muestra más evidente, ya que con la hipnosis-sugestión Gironell impedirá que sus pacientes descubran los deseos que se están en la base de los síntomas. Todo hace prever que los pacientes así tratados no podrán construir una vida libre de alienación.

 

Estas son algunas de las graves deficiencias que sin reparo presenta en la entrevista quien presidió la Sociedad Catalana de Neurología.

 

Me permito señalar que algunos de esos errores podrían ser evitados si los neurólogos mencionados hubiesen leído mi libro, La histeria. Del discurso del amo al discurso del psicoanalista.

 

Quien haya visitado la hermosa villa medieval de Besalú, sin duda recordará que fue acogido amablemente por sus gentes, y puede testimoniar asimismo de esa maravilla que es el magnífico puente románico que cruza el río Fluviá, y desde ahora quizá sepa también que Besalú se ha caracterizado por albergar personajes peculiares, como el neurópata y gurú de imaginarias facultades superiores, André Malby, y siendo hijo de esa villa Alexandre Gironell, cualquiera diría que se le ha pegado algo de aquel inquietante y persuasivo maestro espiritual de algunos progresos del último tercio del siglo pasado.

 

Girona, 30 de mayo de 2016

José Miguel Pueyo