Boris Cyrulnik, o cuando un trauma de la infancia se convierte en una imaginaria teoría

Apelar al sufrimiento en Auschwitz y abrazar la moral de los ideales, común a la filosofía práctica y a otros discursos religiosos, quizá es lo que se espera de un escritor, de un psiquiatra y hasta de un etólogo, mas nunca, en ningún caso, se puede esperar tal cosa de un psicoanalista. ¿De qué habrían servido si no los singulares descubrimientos de Freud y el extraordinario trabajo de Jacques Lacan? Para Boris Cyrulnik (Burdeos, 26 de julio de 1937) han servido de poco o más bien de nada.

 

Pero ese no es aquí el asunto más grave. Como es habitual en temas semejantes, la insistencia del doctor Cyrulnik en la «resiliencia», término que viene a definir la superación de las adversidades y la manipulación de los traumas mediante ideales filosófico morales, hábitos literarios y/o preceptos de carácter religioso, es desaconsejable, más allá de la ingenuidad de la propuesta, en tanto que puede provocar una desorientación intelectual, entre otros efectos negativos, a algunas personas. El patético recurso al empleo de palabras que pueden tocar la sensibilidad del lector, y que, por lo mismo, suelen volcar el juicio a favor del agente del mismo, tampoco falta en los postulados de Cyrulnik. Grave es, en fin, para los inadvertidos que asumen las ideas de este psiquiatra francés de 79 años de edad, hijo de judíos polacos, quien pretende que creamos que ha superado la herida psíquica de haber perdido a sus familiares cuando apenas contaba los seis años de edad, traumático episodio que le permitió, pasado el tiempo, acuñar el término «resiliencia» y aconsejar el vínculo físico afectivo de la lactancia como garantías para la salud. Tal pretensión deja de lado, además de otros fundamentales asuntos, la sobre protección, entre otras actitudes que caracterizan a la «madre estrago», pero también la esencial Función-del-Padre, esencial hasta el extremo de que su forclusión se encuentra en la causa de las psicosis y de otras igualmente graves patologías.

 

El nexo con la vida de Boris Cyrulnik, su resiliencia, no solo fue con los libros y el rugby, en su juventud, pues todo indica que fue el retorno del trauma infantil el que lo puso a trabajar en la teoría de la resiliencia. ¿Quién puede estar contra los mensajes de esperanza y el llamado «apego seguro»? Nadie, sin duda. Sin embargo, pocas personas ignoran los límites de lo que se nos propone, y que sólo cabe recomendarlo para levísimos problemas coyunturales. Habría que tener en cuenta, por otro lado, que loar la resiliencia puede hacer perder de vista las injusticias sociales y cuantas desgracias tienen su origen en las desigualdades, siendo los poderes políticos los que deben, en la medida de lo posible, evitarlas, y aun, como recogen algunas constituciones, procurar cierta felicidad al ciudadano.

 

Girona, 2 de Enero de 2017

José Miguel Pueyo