De las limitaciones intelectuales, clínicas y aun éticas de la

psicoterapeuta familiar sistémica Karin Schlanger

Dado que Karin Schlanger es considerada como una de las figuras más destacadas en la actualidad en psicoterapia de orientación sistémica, ni imaginar quiero como serán las que no reúnan esa categoría. Judía de 56 años con simpatías budistas, tal como ella misma se define, Schlanger trabaja en el Therapy Centers, del Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto (California)., y en España imparte cursos de terapia breve de resolución de problemas, de terapia familiar., etc. Pero lo más curioso es que explique lo que sabe, que n'hi ha per a llogar-hi cadires, en el Hospital de San Pau de Barcelona.

 

Cuando el periodista Víctor-M. Amela pregunta a Schlanger (La Contra de La Vanguardia, jueves, 21 de agosto 2014) ¿Qué es la enfermedad mental? Esta terapeuta, ni corta ni perezosa, o quizá por las dos cosas, responde «Una adaptación al entorno. Una adaptación al sistema en el que se inserta la persona.» 

Si la enfermedad mental es una adaptación al entorno, como afirma esta terapeuta sistémica, un enfermo mental sería aquella persona que está adaptada al sistema en el que vive. (Por consiguiente, según la manera de ver la cosas Schlanger, yo, y quizá usted, amigo lector, debemos ser enfermos mentales, pues de alguna manera estamos adaptados al sistema en que vivimos).

 

Esto o algo parecido debió pensar Víctor-M, Amela al escuchar la paradójica respuesta de Schlanger, ya que sorprendido le preguntó, ¿Ah, sí? El modo de argumentar de esta terapeuta es para morirse de risa si no se tratara de cuestiones que pueden afectar de manera muy negativa en las personas que sufren algún problema psíquico y, por supuesto, en las interesadas por estas cuestiones. Qué otra cosa cabe decir cuando Schlanger responde, «Cambia tu entorno o tu relación con él, ¡y solucionado!» 

 

El error epistemológico y clínico sigue siendo en esta ocasión inconmensurable. Casi sin excepción las personas que sufren un malestar psíquico, e incluso las que apenas conocen los rudimentos de la psicología humana, saben que no es el entorno, lo exterior, lo que hay que cambiar, al menos no en todos los casos y sistemáticamente como pretende Schlanger, pues lo que hay que cambiar es en primer lugar y ante todo lo interno, esto es, los impedimentos psicológicos que distorsionan el modo de verse las personas y, por consiguiente, cómo ven el mundo y al prójimo. Me resultar extraño como una profesional de la salud psíquica caiga en semejante y peligroso error, siendo como es esta cuestión una de las primeras lecciones en todas las disciplinas que tratan de lo psíquico.

 

Pero sin duda el cenit del absurdo es afirmar «El arquitecto de tu propia realidad eres tú: ¡eres libre!». El error puede ir más allá del deseo de Schlanger de congraciarse con los lectores de la Contra de La Vanguardia, deseo que, por lo demás, no sería de recibo en tanto que presupone que las personas que leen esa conocida página tienen poca capacidad de discernir y limitados conocimientos Digo que puede ir más allá de ese deseo, porque afirmar que «El arquitecto de tu propia realidad eres tú: ¡eres libre!», no es sólo desconocer que somos lo que hizo de nosotros el Otro, el deseo del Otro que nos espera cuando nacemos, y que está encarnado en el deseo de nuestros padres y allegados. Decir que ¡eres libre! (somos libres) encubre y denuncia al mismo tiempo un horror ancestral, el horror del sujeto humano a la falta-en-ser, al vacío, a la incompletud, en suma, a la falta-castración. El pequeño o no tanto malestar que sentimos cotidianamente tiene en la falta-en-ser su causa, su origen. De ahí el deseo de suturarla, de taponar la falta con los paliativos que Freud presenta en esa joya psicosociológica que es El malestar en la cultura, 1930. Honores, fama, medallas, y cómo no, la perversa suposición del corrupto al pensar que con dinero taponará el malestar que genera la falta-en-ser, constituyen casos que el hombre de siempre, y más aun el de nuestros días, debería conocer, y no sólo intelectualmente, si lo que se desea es no arrastrar por el fango la dignidad y aun eludir verse entre rejas.

 

Es claro, al menos a mí me lo parece, que Schlanger nada conoce al respecto. Sabe, cómo no, dar consejos, singulares y sólo para personas en absoluto precavidas ¿Algún consejo final?, le pregunta Víctor-M, Amela, a lo que responde, «… si has intentado soluciones y no te han servido… ¡prueba algo diametralmente opuesto!». En fin, si ves que no te satisface el pescado, ya conoces la solución, prueba con la carne, vendría a decir la psicoterapeuta sistémica Karin Schlanger.

 

Girona, 21 de agosto de 2014

José Miguel Pueyo