Roger Schank, o cuando los neurocientíficos resucitan la obsoleta y superada visión de los sueños de los sacerdotes del Templo de Asclepio

Sorprenderá leer que «Los sueños son simulaciones que nos enseñan a actuar». Mas sólo sorprenderá a quienes desconocen la desorientación y las limitaciones intelectuales de todo tipo de no pocos neurocientíficos, como son las de Roger Schank, experto según nos dicen en aprendizaje, quien fue entrevistado, quiero pensar en razón de sus conocimientos, para La Vanguardia («La Contra», sábado, 21/09/2013) por Lluís Amiguet.

 

Pase desconocer a Freud, esto es, que algunos neurocientíficos, filósofos e intelectuales de toda condición no hayan leído al primer psicoanalista en algo tan importante para conocer el funcionamiento y los efectos de aquello que determina cuanto pensamos, hacemos y deseamos, o sea, para saber de esa instancia psíquica llamada Inconsciente (quepa decir el Otro que nos habita, como gustaba decir a Lacan). Pero desconocer algo tan esencial como es la historia de lo que uno pretende saber, entre otras cosas denuncia desidia intelectual. Así es en este neoyorquino que ha dirigido la Educación en línea de la Universidad de Columbia, dado que afirma sin empacho que «Los sueños son simulaciones que nos enseñan a actuar.»

 

Para más desconcierto de las personas mínimamente conocedoras de qué son los sueños, a la pregunta del periodista, ¿Los sueños son lecciones de vida? Responde Schank que, «Los sueños son hipótesis virtuales de cuanto puede sucedernos cuando estamos despiertos». El periodista Lluís Amiguet se ve arrastrado por la desorientación del neurocientífico, y en lugar de presentar un contrapunto a lo acababa de escuchar, pregunta a Schank, ¿El sueño es un simulador de la vida?, a lo que éste responde, «Es nuestra manera natural de aprender. Pero fíjese en que no son una clase de Huida del Ogro, sino una simulación de huida en la que las sensaciones son reales. Enseñar debe seguir el mismo proceso y aprender debe ser como volar con simulador: es hacer y no estudiar. Por eso, lo mejor de muchas carreras son las prácticas». Y para rematar el despropósito y el oprobio de la verdad clínica, añade el neurocientífico estadounidense, «Los sueños son simulaciones de la vida que nos permitirán anticiparnos cuando algo suceda y aprender a sobrevivir.»

 

Cualquier diría que Roger Schank se ha tomado al pie de la letra aquello de que los sueños de la razón producen monstruos, y quizá por eso apela a los sueños como modelo de aprendizaje y de orientación en la vida. ¡Señor, señor, si Valle-Inclán viera que se había quedado muy corto en sus esperpentos! Cómo ignorar que en el siglo V a.C., en el templo erigido en honor de Asclepio (Esculapio para los romanos, dios de la Medicina y, por ende, deidad sanadora), situado en Epidauro, una pequeña ciudad griega de la Argólida, se inducía al sueño, en la llamada ceremonia de la incubación, a las personas que allí acudían para luego de relatar los sueños a los sacerdotes. Éstos, por creer que los sueños eran mensajes de los dioses, los interpretaban en clave de descubrimiento diagnóstico y, por ende, como prescripción del tratamiento a seguir para curar la enfermedad que se tratara y, en ocasiones, como solución a otras cuestiones. Una idea semejante en orden a la premonición es la que tiene a bien resucitar, curiosamente, este reputado neurocientífico.

 

Cuando el lenguaje humano es el de las abejas

Por lo que hemos escuchado de este neurocientífico, no cabe extrañarse tampoco, e incluso es algo que podría explicar su confianza en los sueños, que no sea capaz de diferenciar el lenguaje humano, cuya fisura descubrió Freud en los sueños, del de las abejas, de un código que no permite hacer chistes por ser en todo un código cerrado. En algo coincidimos con Schank. A la pregunta de Lluís Amiguet, ¿El diálogo enseña más que el sermón?, ‒pregunta en la que alguien podía advertir, sin ser incluso demasiado perspicaz, que el periodista no comulga con quienes ven en el género oratorio de la homilía, por ser propio del discurso religioso, un procedimiento todo menos adecuado para la transmisión de saber‒, contesta el neurocientífico «Porque los humanos somos seres conversacionales». En efecto, los humanos somos fundamentalmente seres parlêtres, como decía Lacan. Sin embargo, en las respuestas sucesivas queda claro que este experto en aprendizaje desconoce lo crucial del lenguaje humano. Cómo si se encontrara cómodo en las antípodas de lo que es el lenguaje humano, afirma «Hablamos porque hablar nos hace más inteligentes al obligarnos a pensar por nosotros mismos... Y también por eso soñamos, para aprender a vivir.» 

 

Y es cuando se obvian las leyes del inconsciente, y más exactamente la incompletud o inconsistencia del Otro, y no sólo la referida al registro Simbólico, pues concierne de igual manera a la falta de objeto que hace del deseo humano un deseo perpetuamente insatisfecho, las lucubraciones de algunos científicos, no sin dosis excesivas de un narcisismo apenas disimulado en un aparato conceptual científico, tienen a convertirse en un Otro social en todo comparable a los virus de quirófano.

 

Girona, 19/09/2013

José Miguel Pueyo