La repetición del síntoma por la exclusión de la verdad que está en su causa.

(O cuando la ignorancia se conjuga con la ilusión).

Tal es el ejemplo paradigmático que presenta Víctor-M. Amela ‒entiendo que sin saberlo‒, en la entrevista a Juan José H., portavoz de Comedores Compulsivos Anónimos. («La Contra» de La Vanguardia, sábado, 19 de octubre del 2013), «El comedor compulsivo está suicidándose lentamente.»

En efecto, en esta ocasión, y como es ya habitual en entrevistas parecidas, todo indica que el entrevistado pero también el entrevistador desconocen el valor de las consideraciones que aparecen en algunas de ellas. Así, por ejemplo, nada esclarecedor para el lector se sigue de preguntas como:

 

¿QUÉ ES LA COMPULSIÓN A COMER?

Víctor-M. Amela: ¿Es un trastorno psicológico? (Se refiere el periodista a la compulsión a comer, o sea, a lo que otras personas llamarían bulimia)

Juan José H: Es físico, mental y espiritual. Como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, la ludopatía, la sexopatía, el alcoholismo... ¡Variantes todas de un mal más profundo!

 

En primer lugar, no existe en la entrevista aclaración alguna sobre la afirmación de que la compulsión a comer sea un trastorno físico, mental, y lo más singular, sobre que sea también espiritual.

Y ninguna aclaración tampoco respecto a la aseveración de que la compulsión a comer, como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, la ludopatía, la sexopatía, el alcoholismo son ¡Variantes todas de un mal más profundo!

 

Sobre esta última consideración, siendo como es muy importante en el ámbito etiológico y estructural, en ningún caso el periodista, y quizá sólo como intuición el entrevistado, muestran que conozcan de qué se trata. Por consiguiente, la falta de discriminación de lo esencial respecto a lo anecdótico, discriminación en la que obviamente juega un papel fundamental el conocimiento que se tenga de esta o aquella materia, hace que el lector pueda considerar esa consideración como una más y similar en importancia a otras que aparecen en la entrevista.

 

¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LA COMPULSIÓN A COMER?

Juan José H., ha afirmado que era un trastorno físico, mental y espiritual, y cuando Víctor-M. Amela le pregunta, Vistas sus adicciones, ¿nació usted con un temperamento adictivo? Juan José H., responde: De niño me lo comía todo, y mi madre me halagaba por eso. ¡Era un campeón! No deberíamos convertir la comida en materia moral, en premio o castigo.

 

Nada más cierto. Pero el deseo pudo ser mutuo, pues Juan José H., satisfaciendo el deseo de su madre, era un campeón. Y, en realidad, lo siguió siendo, pues bebió y se drogó como el que más, y luego, luego devoro toneladas de comida. ¿Y ahora? En ocasiones recae en antiguas adicciones, pero con la ayuda de una madrina y mediante la identificación a otros campeones (los que han dejado de comer compulsivamente), ya no come tanto y ha abrazado el ideal vegetariano.

La entrevista resulta también en este punto vacía de sentido. Y ajena a todo lo que tenga que ver con subrayar lo esencial, dejará asimismo al lector vacío de toda idea crucial sobre el asunto que se pretende ilustrar.

 

¿QUÉ ES EN ESENCIA LA COMPULSIÓN A COMER?

Víctor-M. Amela: ¿Y cómo definiría ese mal?

Juan José H: Un vacío emocional, una sensación de no pertenencia al mundo, de infelicidad... Y esas conductas son puntas de este iceberg. Antes de ser comedor compulsivo, yo fui alcohólico, y drogadicto. Superé la adicción a las drogas, superé la adicción al alcohol, superé también la adicción al tabaco...

 

Vacío existencial. Se refiere Juan Jose H., sin saberlo, a la carencia ontología del ser humano, carencia por el hecho de ser humano, o sea, por ser un parlêtre, un sujeto al Otro del lenguaje, en fin, un ser hablante y de goce. Y de ahí su eterna añoranza, el anhelo que desde siempre ha tenido el hombre de suturar la herida narcisista del goce-Todo perdido en la primera infancia. ¿Cómo? Con las drogas, la adicción al alcohol, al tabaco, al dinero, la fama, el sexo, la fama, el arte... Pero como magníficamente explica Freud en El malestar en la cultura, 1929, ninguno de los paliativos creados por el hombre lo pueden hacer feliz.

 

¿A QUIEN MATA EL COMEDOR IMPULSIVO?

Víctor-M. Amela: ¿Qué es comer compulsivamente?

Juan José H: Vives para comer, no comes para vivir. Conviertes la comida en tu único placer y aliciente en la vida, y comes tan desordenadamente que... ¡es un suicidio enmascarado! […] Es una conducta muy agresiva contra uno mismo. Los comedores compulsivos que conozco han tenido fantasías de suicidio.

 

Más bien el comedor impulsivo quiere tapar comiendo a paladas la aludida falta-en-ser; y si se trata de matar a alguien sería al otro (en ocasiones a su madre) en él mismo, o sea, lo que hay en él del caprichoso y aun perverso deseo de la madre.

 

LA SOLUCIÓN (IMAGINARIA POR DEMÁS) ¿O DE CÓMO SE CONSIGUE DEJAR DE SER COMEDOR IMPULSIVO?

Víctor-M. Amela: ¿Cómo ayudan en Comedores Compulsivos Anónimos?

Juan José H: Escuchar los casos de otros ayuda, aprendes de los que han logrado vencer la adicción..., y ayudas a otros. Hay alguien que te apadrina, te guía, y luego tú guías a otro […] Ha venido a las reuniones y está recuperándose, con ayuda de una madrina […] ¡Estar físicamente delgado no equivale a ser feliz!

 

En efecto, nunca un paliativo puede hacer feliz al sujeto humano, salvo que el paliativo sea objeto de único amor. ¿Pero si ese objeto de amor es el dinero, los fundamentalismos, etc., etc., adónde conducen esas ideas y/o objetos (lathouses, en palabra de Lacan) al sujeto desprevenido o al que no se ha psicoanalizado?

 

UN FINAL QUE NO SUELE SER FELIZ. O DEL ILUSORIO ENCUENTRO CON EL OBJETO AÑORADO EN OTRA COSA

Como era evidente que ocurriese, todo acaba con una ilusión. Con una ilusión porque de la ignorancia sobre este y otros asuntos se nutre el síntoma, ya sea intelectual, ideológico y/o moral. Me refiero a su insistencia, a la repetición del síntoma o bien al cambio que corresponde a su modo de presentación, y que suele ser habitualmente a peor. Juan José H., alude a ese cambio del síntoma cuando dice «puedes dejar de fumar, puedes dejar de beber alcohol, pero... ¡no puedes dejar de comer! Así que debes aprender a estar en paz contigo mismo... ¡y luego aprender a comer, a comer correctamente! 

 

Ideal tan difícil de conseguir como peligroso para quien que lo logra, más si cabe por la vía que Juan José H., propone.

 

Girona, 19/10/2013

José Miguel Pueyo