Hubo un antes de las 20:21. Por un nuevo socialismo

 

 ¿Vivimos esa noche (sábado, 1 de octubre de 2016) el momento finisecular del partido político que más años ha gobernado en la España democrática? Quiera alguien que no; pero visto lo acontecido tal vez algunas personas saluden el bochornoso espectáculo acontecido en el número 70 de la calle Ferraz, de Madrid, con inusitado júbilo.

¿Votaremos los españoles en diciembre? ¿Habrá auténtica oposición al Partido Popular de gobernar en el país la formación conservadora? Y lo que no entiendo menos destacable, ¿renovará el PSOE su ideario político?

 

En los últimos años se perdieron demasiadas cosas, y lo que se dejó en el camino pertenecía a la casa del pueblo. (Nadie en el partido socialista supo y/o pudo capitalizar el 15M; los mal tildados perroflautas y los desahuciados, así como un sinfín de estafados por la banca no fueron rescatados por los dirigentes del partido; débil oposición al PP fue la de Pérez Rubalcaba; la desconfianza cada vez mayor del elector se constató en las elecciones del País Vasco y Galicia, última debacle de una insigne formación política que ha pasado de tener 202 diputados a 84).

 

Todo indica que los dirigentes del partido del que soy militante no se rodearon de los mejores, y no parece distinto respecto a los asesores del Primer Secretario. Es dable pensar así porque para no pocos compañeros sus líderes han perdido la credibilidad política y apenas les reconocen los principios que inspiraron al partido que un día fue del pueblo y para el pueblo.

¿Votaremos los españoles en diciembre? ¿Habrá auténtica oposición al Partido Popular de gobernar en el país la formación conservadora? Y lo que no entiendo menos destacable, ¿renovará el PSOE su ideario político?

 

En los últimos años se perdieron demasiadas cosas, y lo que se dejó en el camino pertenecía a la casa del pueblo. (Nadie en el partido socialista supo y/o pudo capitalizar el 15M; los mal tildados perroflautas y los desahuciados, así como un sinfín de estafados por la banca no fueron rescatados por los dirigentes del partido; débil oposición al PP fue la de Pérez Rubalcaba; la desconfianza cada vez mayor del elector se constató en las elecciones del País Vasco y Galicia, última debacle de una insigne formación política que ha pasado de tener 202 diputados a 84).

 

Todo indica que los dirigentes del partido del que soy militante no se rodearon de los mejores, y no parece distinto respecto a los asesores del Primer Secretario. Es dable pensar así porque para no pocos compañeros sus líderes han perdido la credibilidad política y apenas les reconocen los principios que inspiraron al partido que un día fue del pueblo y para el pueblo.

Ningún tiempo pasado fue peor

Que hubo errores de bulto, ideológicos y estratégicos, nadie, ni siquiera el personaje más iluso y el más patético de los palmeros de los dirigentes del partido, puede negarlo. Los desastres propiciados por los intentos de tapar los desmanes sin cuentos del pasado reciente no se subsanan con abucheos del tipo «Susana fascista, fuera de nuestra lista». Contra la corrupción, sea del tipo que sea, no bastan las palabras; si bien no cabe adelantarse, tampoco en este asunto, a la justicia. La reconversión del partido socialista pasa por el sincero mea culpa de los que se creían dioses, intocables, personajes que no les entraba en la cabeza que no estaban por encima de la ley. ¿Cómo no entender que la actitud contraria es la exigible a quienes quieren administrar el dinero público y dicen desear lo mejor para los ciudadanos! Tarde o temprano, lo que está mal hecho y peor pensado, como dice el proverbio, puede volverse contra uno. Y quién puede dudar de que cuando la depravación y el narcicismo se enquistan es deseable, por ético y justo, la actuación de fiscales y jueces. (Conocemos los psicoanalistas que la educación, aunque necesaria, no es garantía contra la corrupción; y cómo no aconsejar el psicoanálisis sabiendo que es el mejor recaudo contra los deplorables actos en los que incurren políticos y empresarios).     

Por un nuevo socialismo

«Ha sido un orgullo y anuncio mi dimisión». Estas fueron las últimas palabras de Pedro Sánchez tras conocer el resultado adverso del Comité Federal, que sin el voto de 17 dimisionarios del mismo lo había echado a la calle por 133 votos contra 107. Purga felipista o no, así se escribe el devenir. Ganaron, dicen unos, los barones del partido, y opinan otros que la gente del Partido Popular lo celebraron con cava, pues así corresponde a los que aman a los catalanes, a todos los catalanes. ¡Señor, señor¡ Y qué decir de la chapuza de las urnas tras el biombo en la sede de Ferraz. A quién se le ocurrió tamaño disparate. Qué malos son los nervios, y hay personas que añaden que la maligna estrategia vino de gente afín a los barones. ¡Vaya usted a saber!

Unas terceras elecciones se presumían letales para el socialismo, por lo que algunos debieron pensar que lo mejor era dejar que gobernase Rajoy, y poco a poco, al no tener mayoría absoluta el partido conservador, lo vamos matando. Pero quién será el verdugo de los conservadores cuando los del otro extremo de la bancada conservadora no son modelos loables, pensaron algunos. No hace falta invocar al mal tiempo, al menos porque tenemos encima serios y gravísimos problemas.

El partido socialista queda ahora en manos de una Gestora permanente, con Javier Fernández, presidente de Asturias, a la cabeza. Quiera Dios, permítaseme está beatífica expresión, que Fernández y su equipo hagan de la debilidad ideológica y de la ignominia partidista una formación política para la hipermodernidad, por lo mismo, que los dirigentes del partido reprueben el filibusterismo político, aparten de sí las añagazas del Superyó y aprendan a trabajar juntos por el bien común. Muchos socialistas del siglo XXI estamos convencidos que nuestro partido debe ser el contrapunto más riguroso y sensato a los desmanes que suele protagonizar la aristocracia, la burguesía y el capitalismo salvaje. Pero como otros compañeros, lejos estoy yo de detestar la iniciativa privada, sobremanera por la evidencia de que nadie debe retroceder ante el deseo, fuente inagotable de vida, a diferencia del goce, tanto más si se trata del feo vicio de gozar del prójimo.    

 

Girona, 1 de octubre de 2016

José Miguel Pueyo