Sin diván. How to Think Like a Roman Emperor: The Stoic Philosophy of Marcus Aurelius, de Donald Robertson, o del penúltimo atropello al sujeto humano en la hipermodernidad

 

Hacer de Marco Aurelio ideal, solución y guía práctica para el desorientado y avasallado sujeto en la época del neoliberalismo hipermoderno constituye el penúltimo atentado contra la dignidad del sujeto del deseo descubierto por el psicoanálisis.

Esto es nada menos que lo que ha hecho Donald Robertson en su último libro, How to Think Like a Roman Emperor: The Stoic Philosophy of Marcus Aurelius (2019), que próximamente podrá leerse también en español. Aunque, no satisfecho con eso, este gurú se jacta de lo que ignora: «Creo que parte del auge del estoicismo se debe a que es la inspiración filosófica original de la psicoterapia cognitiva, la principal forma de psicoterapia moderna basada en la evidencia. Ahora que el legado de Freud está decayendo, y parece obsoleto para muchos jóvenes, éstos recurren a consejos respaldados por la investigación psicológica, como la terapia cognitiva, y descubren que es prima del estoicismo, y que el estoicismo ofrece una perspectiva más amplia sobre ideas y prácticas similares». La respuesta sin réplica que dio al periodista Rodrigo Terrasa en la entrevista publicada por el diario El Mundo el pasado miércoles 8 de noviembre merece varios comentarios:

 

En primer lugar, dice que el legado de Freud, aunque podría haber añadido la ciencia del sujeto inaugurada con él, para mejor transmitir que el psicoanálisis no acabó con Freud, está decayendo y parece obsoleto para muchos jóvenes, sin presentar evidencias de lo que afirma, sin cuestionarse a qué obedece si así lo fuera, ni si es generalizable a todos los lugares del mundo, por aquello de la relación entre la política y la cultura. No cuesta excesivos esfuerzos advertir que vivimos en una época de degradación progresiva y generalizada de la cultura y las humanidades (entendidas éstas en un sentido amplio), y un desinterés por el conocimiento igualmente generalizado, no solo por el psicoanálisis. Esto no es ajeno a las incesantes propuestas del mercado de la cultura de objetos e ideas narcisistas para el entretenimiento de las personas, con dos objetivos fundamentales: que esas personas consuman acrítica y bulímicamente esos objetos e ideas, para mayor goce del amo neoliberal, y que unos y otros ignoren-rechacen aquello que verdaderamente nos humaniza. Es decir, que los discursos de la época impelen a una dinámica absolutamente narcisista, narcisismo desde el cual uno se imagina amo cuando no es más que esclavo, en este caso del amo neoliberal y del goce inconsciente determinado por la pulsión de muerte. En otras palabras, a los jóvenes, y a los no tan jóvenes también, se les está privando de la oportunidad de culturizarse, de humanizarse, lo cual requiere del deseo epistémico, tener acceso al conocimiento y a las herramientas adecuadas para poder trabajar-pensar ese saber. Para este deleznable proyecto de humanidad no auténticamente humana nada mejor que bombardear a las personas con estímulos idiotizantes y no facilitar la lectura crítica de textos fundamentales de filosofía, religión, ciencia, sociología, economía, política, literatura y, también, de psicoanálisis.

En segundo lugar, Donald Robertson afirma que los jóvenes recurren a los consejos del estoicismo y de la psicoterapia cognitiva, y que el estoicismo es «la inspiración filosófica original de la psicoterapia cognitiva». Lo que no advierte este admirador del emperador romano Marco Aurelio es que, efectivamente, en ambos casos, a la demanda de saber se contesta con un discurso del amo, el primero fundamentado en una filosofía práctica y, en el caso del segundo, desde el saber de la fisiología y la conducta animal, y la estadística, saberes en todo ajenos a la singularidad subjetiva y a la dimensión inconsciente (pulsional, imaginaria y lingüística) de cada una de las personas, no sin la ideología del terapeuta.

 

En tercer lugar, parece que su preferencia por la psicología cognitiva consiste en que justamente no pone en cuestión su identificación y defensa de los ideales estoicos, su admiración por Marco Aurelio, y podría añadirse que su discutible manera de ganarse la vida, pero de lo que no cabe duda es que su identificación narcisista con el estoicismo se impone hasta el punto de afirmar que «ofrece una perspectiva más amplia sobre ideas y prácticas similares [que la psicología cognitiva-conductual]». Quizá los defensores de la psicología cognitiva-conductual puedan añadir algo al respecto que dé sentido a sus investigaciones y postulados, pues cómo argumentar invertir en investigación y desarrollo de la psicología cognitiva-conductual, e ir a un psicólogo de esa escuela, si ya disponemos de Marco Aurelio y del estoicismo, que es mejor y más amplio según este gurú escocés.

 

La entrevista continúa. A la pregunta sobre el éxito actual de Marco Aurelio, quien se cuenta como uno de los fundadores de la organización Estoicismo Moderno, responde que «utiliza imágenes extremadamente poderosas y memorables, […] comprime ingeniosamente ideas complejas en frases breves. En mi opinión, era un gran escritor, y como tenemos una colección de pasajes cortos y aforismos, es fácil citarlos en las redes sociales». Para sorpresa del atento lector, a esta acertada observación, aunque no la contextualiza con siquiera un pequeño comentario sobre los aspectos fundamentales de la época, le sigue una interesantísima intuición psicoanalítica que no sabe desarrollar. Quizá su desconocimiento de lo que es el psicoanálisis, es decir, lo que el psicoanálisis ha descubierto sobre el sujeto humano, junto a su narcisismo, su incoherencia y por el hecho de estar determinado por el inconsciente y diga más de lo que quiere decir, expliquen esta paradoja de que apunta una hipótesis psicoanalítica a pesar de haber menospreciado el psicoanálisis, que no desarrolla, de manera que queda, si uno no se detiene en ese punto con la atención necesaria, como una anécdota menor: «Creo que para muchos jóvenes es el ejemplo de una figura paterna ideal, y eso quizá se deba al hecho de que perdió a su propio padre cuando era niño, y tuvo que desarrollar un sentido de propósito y dirección en la vida, recurriendo a la filosofía». Ay… qué podría haber sido si al planteamiento de estas cuestiones fundamentales le siguieran el tratamiento e investigación rigurosos… otra entrevista, otro libro, otro terapeuta… En otras palabras, queda claro que Donald Robertson no es Freud ni Lacan, como advertimos en sus paupérrimos recursos bibliográficos e intelectuales, y su nula inteligencia clínica como consecuencia de su nula capacidad de lectura-escucha del discurso del sujeto y, por lo tanto, sus nada acertadas intervenciones y propuestas. Todo lo contrario al gran genio vienés que, merced a una inédita capacidad para escuchar el discurso del Otro en el bla bla bla de sus sufrientes pacientes, pudo aliviarles de su sufrimiento a la vez que dilucidar para la humanidad la importancia del inconsciente y cómo se constituye este, para bien o para mal, con sus virtudes y sus defectos, en la más tierna infancia, en ese tiempo lógico que desde entonces y para siempre se conocerá como Complejo de Edipo. ¿Qué es el Complejo de Edipo? La criatura humana generalmente nace en una familia X, en un contexto sociocultural Y y político Z, estructuras simbólicas en las que se conforma la subjetividad de la criatura humana. Generalmente, la primera estructura es la familia, estructura fundamental que todavía hoy acostumbra a estar conformada por el deseo del Otro primordial, habitualmente encarnado en la madre, el deseo de la criatura humana, y la Función del Padre, estructura simbólica que se inscribe en una estructura más amplia que es el contexto sociocultural y político, estructura simbólica que, en definitiva, determinará la manera de ser en el mundo y la identidad de esa criatura. Un descubrimiento, por lo demás, que tiene importantísimas implicaciones clínicas que, quien figura como presidente de la Academia Platón en Atenas, ignora y, por lo mismo, no tiene en cuenta en sus imaginarias, erróneas y trasnochadas propuestas terapéuticas, propuestas totalmente inoperantes en el tratamiento de los síntomas en las neurosis, las perversiones y las psicosis, que son las tres estructuras clínicas fundamentales.

Sin embargo, este extraviado gurú escocés sí que aprovecha la oportunidad para denigrar a los influencers que triunfan en redes sociales dando consejos de «superación personal, como Andrew Tate, que dicen ser fans de la filosofía estoica, y de Marco Aurelio, pero a menudo están diciendo todo lo contrario de los estoicos», esgrimiendo una mayor virtud de quien dijo en las Meditaciones que «piensa muy poco en Alejandro Magno, Pompeyo Magno y Julio César -los líderes más admirados por muchos romanos- porque parecen preocupados por la riqueza y el poder más que por la sabiduría y la virtud». Obvia así, nuevamente, la autocrítica, dado que la relación entre él y sus pacientes, y lo que propone a sus lectores, no es tan diferente a la relación influencers-followers, una estructura que Sigmund Freud explicó extraordinariamente y de forma meridianamente clara con los conceptos amor de transferencia, delegación de poderes y sugestión, desarrollos teóricos que permiten a los psicoanalistas, desde entonces, no caer en los atropellos clínicos e intelectuales de este y otros gurús, y operar ética y adecuadamente tanto en el curso de un tratamiento psicoanalítico como en la lectura y escritura de textos.

 

En resumen, la desaconsejable lectura que hace Donald Robertson desde el amor/admiración de las Meditaciones de Marco Aurelio, o quizá habría que decir de la admiración/amor al emperador romano Marco Aurelio en primer lugar y después de sus Meditaciones, con todas las elucubraciones imaginarias y narcisistas que eso implica, reforzadas quizás por magnates de las nuevas tecnologías como Elon Musk, Jeff Bezos o Bill Gates, que también lo citan como una supuesta fuente de inspiración, o por otros motivos, le impide pensar-cuestionar el texto. Es decir, pensar-investigar las causas, sentido y función de ese texto para el afligido emperador romano y, asimismo, las causas, sentido y función de ese texto para los otros, uno por uno, cuando hacen de ese texto una guía de vida. Ese ejercicio crítico le hubiese permitido, en definitiva, hacer algo mejor y más ético que proponer a Marco Aurelio y sus Meditaciones como remedio para el malestar estructural del sujeto humano en la cultura y guía para su desorientación en la hipermodernidad.

 

Jordi Fernández Carmona. Psicoanalista. Presidente de la Asociación de Psicoanálisis de Girona ULP-Gi

Girona, 15 de noviembre de 2023