Ideas de la antropóloga y feminista Marcela Lagarde sobre la violencia machista

Como dice un amigo mío, nadie está obligado a conocer los rudimentos siquiera de la ciencia de la subjetividad, o lo que viene a ser lo mismo, del ámbito psíquico que determina cuanto hacemos, pensamos y deseamos, que es el psicoanálisis.

 

Pero si la desorientación epistemológica atañe a una profesora de antropología y reputada feminista, las cosas merecen otra consideración, sin duda negativa; al menos tanto como son acreedores de ella algunos doctores y catedráticos de nuestro país, más incluso los que aspiran a pertenecer, ya en edad madura, al parlamento europeo.

 

La ignorancia, y no sólo la ideología política, tal vez explican que la Sra. Marcela Lagarde afirme sin empacho que «La desigualdad es la razón de fondo de la violencia machista». Sonríe ahora mi amigo, después de la estupefacción que le produjo, según me comenta, la ingenuidad de la tesis de Lagarde, más incluso por aseverar que tal es «la razón de fondo» de ese asunto.

 

Y no es para menos, -me refiero a la estupefacción-. Baste apuntar, entre otros aspectos que no resisten la crítica más dulcificada, que para la doctora Lagarde, la función de la violencia es «mantener esa desigualdad, para atemorizar a todas las mujeres y conseguir así que no traspasen los límites que le fija una determinada sociedad». Puede ser así es algunos casos y latitudes, pero siendo también un tópico, deja mucho que desear sobre la complejidad de la violencia machista.

 

Mi amigo me llama la atención de que la doctora Marcela Lagarde deja al margen el «caso por caso», la cuestión étnica y cultural, así como la estructura clínica de las personas implicadas en la espinosa y deplorable violencia machista, y que, por lo mismo, se da a generalizaciones que restan rigor científico a sus aseveraciones. Quizá a más pobreza más violencia, y tal vez los ambientes de gran tolerancia social y la de los Estados propician más crímenes, como la doctora Lagarde subraya, contra las mujeres; pero contra esa impunidad y para hacer frente al «feminicidio», término que ella acuña para recoger la violencia contra las mujeres, el endurecimiento de las leyes y la pedagogía, sea del tipo que fuere, la historia ha demostrado su impotencia. Quizá quepa hablar entonces de los descubrimientos y de la propuesta psicoanalítica sobre este delicado y tan frecuente trágico asunto.

 

Girona, 20 de mayo de 2014

José Miguel Pueyo

 

Entrevista publicada por Diari de Girona

 

Marcela Lagarde. Antropóloga y feminista

«Se mata a una mujer para aterrorizar a todas»

Diari de Girona, 20 de mayo de 2014

Paco Cerdà 07.05.2014 | 01:28

Es admirada por las feministas iberoamericanas como una de las grandes teóricas de esta ideología. La catedrática mexicana Marcela Lagarde fue quien acuñó el concepto de feminicidio. «Me preocupa la falta de implicación de los hombres para construir la igualdad».

 

Usted acuñó el concepto de feminicidio. ¿Qué es?

 

Son crímenes de odio contra mujeres. Así lo definieron las autoras del concepto inglés femicide, que yo tomé y añadí cosas que eran parte del problema en México. Por ejemplo, que esos crímenes de odio contra las mujeres son cometidos en un ambiente de gran tolerancia social y del Estado a la violencia contra las mujeres, lo que comporta gran impunidad.

 

En Ciudad Juárez la brutalidad feminicida es terrorífica.

 

Sí, pero no es la única ciudad. Allí ha habido un gran efecto mediático, pero en mi investigación por todo México descubrí que el Estado al que pertenece Ciudad Juárez, Chiguagua, ocupaba el sexto lugar en tasa de homicidios dolosos contra mujeres. ¡Había cinco Estados por delante donde el problema era desconocido a nivel público!

Pero la gente sigue pensando que es sólo Ciudad Juárez.

 

¿Y cuál es la razón de fondo de esa violencia machista?

 

La desigualdad, como aquí en España. La violencia se produce por la desigualdad entre mujeres y hombres. Y funciona para mantener esa desigualdad, para atemorizar al resto de mujeres y lograr que no salgamos de los límites que se nos fija en cada sociedad. Cuando se mata a una mujer hay pedagogía: sirve para que las demás nos enteremos, nos aterroricemos y cojamos miedo. Que no seamos dueñas ni siquiera del espacio privado.

 

En España acaban de asesinar a la mujer número 24 en lo que va de año: una cada cinco días. Es tal vez la peor lacra social del país. ¿Por qué no se logra superar este drama?

 

Porque falta mucha conciencia política. Me encanta que tú digas que es el primer problema que tenemos. Pero no todo el mundo lo valora así. En la conciencia de políticos y gobernantes no figura como prioridad. Cuesta mucho convencer al resto de que eso es prioritario y que no debe recortarse en gasto social. A mayor pobreza, mayor violencia. A menor democracia, mayor violencia. No es sólo un problema individual de cada mujer asesinada y de su familia, sino que afecta a toda la sociedad. Y para prevenirlo se requiere el concurso de todas las instituciones y la aplicación seria de la ley.

 

Su tesis se titulaba Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. ¿Dónde están hoy los cautiverios modernos de las mujeres?

 

Lo mismo me pregunté yo veinte años después de la tesis. Y concluí que los cautiverios están en todos los lados. Hay cautiverios para las mujeres en todas partes, pero en esos mismos espacios de opresión también se generan –por la influencia de las propias mujeres– espacios de emancipación, independencia, libertad y mejora de condiciones.

 

Dígame tres grilletes invisibles que encadenan a las mujeres de hoy.

 

Uno es el llamado «velo de la igualdad». Muchas mujeres creen que ya están en condiciones de igualdad y que no tienen que luchar más por sus derechos. Es preciso que seamos conscientes de lo que hemos avanzado para darnos cuenta de cómo hay que sostenerlo. Hay otro grillete que preocupa: la falta de implicación de hombres en la defensa y construcción de la igualdad. Y otro grillete importante es que no hay una educación por la igualdad mientras que sí existe un bombardeo comunicativo y publicitario que se basa en la cosificación de las mujeres, en el uso sexual de las mujeres y la violencia contra las mujeres asociada a las ideologías de éxito y del amor romántico actualizado.

 

Esa permisividad contrasta con la prohibición de los anuncios de tabaco.

 

Eso es muy interesante. Porque es oponer la libertad de expresión a la construcción de la igualdad. Hay voces que se oponen a cortapisas. En cambio, no critican que se coarte la libertad de expresión al prohibir la apología del terrorismo. ¿Por qué una sí y la otra no? La publicidad machista anestesia la violencia, la vuelve normal, la legitima. No es necesario prohibirla, pero sí alentar otros mensajes.

 

¿El feminismo es opción u obligación?

 

Es una opción maravillosa que ha beneficiado los derechos humanos y la democracia.

Dibuje un escenario de futuro a 50 años vista sobre la situación de las mujeres.

Estará mucho mejor que la nuestra. Yo aspiro a que dentro de 50 años ya no haya feminicidio. Pero en cinco años va a seguir habiéndolo. Porque es imposible hacer transformaciones tan hondas en poco tiempo. Falta mucho, pero vamos por el buen camino.