Tsultrim Allione, o de la incidencia del budismo en el fracaso intelectual y clínico de una lama tibetana

Mal comienza quien se presenta como «licenciada en budismo». Y no por lo peculiar de ese título, que también y no es poco, sino porque el pensamiento acrítico y la espiritualidad vacua, siempre presididas por los aprovechados e ingenuos ideales del panteísmo, impelen a los que sólo pueden presumir de un falso humanismo a mantener afirmaciones tan descabelladas desde el punto de vista clínico, epistemológico y, por supuesto, ético como las que nos da a leer Tsultrim Allione: «Debemos ser compasivos con nuestro lado oscuro.»

 

Los 66 años de esta amante de las tradiciones orientales, sus estudios en la India y en Tíbet le han permitido llegar poco más que a parafrasear ideas tan manoseadas y de sentido ordinario como «Crisis significa oportunidad». (Cualquier diría que apela a una de las reglas básicas del ámbito bursátil).

En la misma entrevista de Ima Sanchís para («La Contra» de La Vanguardia, jueves, 19 de diciembre de 2013), podemos leer el gusto de la Sra. Tsultrim por metáforas de un estilo tan incorrecto como «la sombra» junguiana. Prueba de lo cual son expresiones tan triviales como «lado oscuro» o «demonios», con las que tal vez quiera eludir los conceptos que convienen a lo que ella pretende exponer: lo inconsciente y el superyó. Y como era de prever, esta budista afincada en Colorado ha hecho suyos también una serie de chascarrillos que son habituales entre los individuos que desconocen la naturaleza humana y la reflexión que le conviene. Así, por ejemplo, afirma que «Cada ser tiene el potencial de despertar a la conciencia plena».

 

Veamos. ¿Qué es la conciencia plena? Para los budistas se trataría fundamentalmente de ser conscientes de una verdad. Pero ¿de qué verdad se trata? La verdad que enseña la filosofía de la unicidad, una filosofía que defiende la relación/pertenencia/unión del ser humano con el Todo, con el Absoluto, con el Universo. Cabe preguntarse entonces ¿cómo se ha conformado ese pensamiento aparentemente banal y que ha dado lugar a una religión y a una filosofía, y que abrazan algunos físicos postmodernos y sin excepción los terapeutas cuánticos? El pensamiento budista, que como he recordado conforma una religión y una disciplina filosófica, aborrece cuanto tenga que ver con la dualidad, y enseña, por lo mismo, que pertenecemos y somos una parte del Todo, del Universo. Pero ¿por qué razón los budistas detestan el dualismo? Porque los anima un perverso anhelo subjetivo, el cual tiene su origen en un déficit en la conformación psíquica de los padres de ese pensamiento.

 

En efecto, ¿qué podemos leer en la religión y la filosofía budistas? Podemos leer un síntoma, un anhelo, una añoranza. El pensamiento budista encubre y desvela al mismo tiempo que el Universo, del que sus acólitos desean ser una parte indisociable, no es sino el Otro primigenio de la primera infancia, Otro del que no han podido separarse los agentes de ese saber y que no anhelan menos muchos de los que les siguen, quizá también por déficits intelectuales y/o de otro tipo.

 

Como no denunciar entonces que la filosofía de la unicidad, determinada como está por el perverso deseo de hacer de dos Uno (abrazo narcisista mamá-bebé), se presenta en el mercado de la cultura y es acogida en algunas universidades como edificante ejemplo de compasión humanista.

 

Sin embargo, no cabe sorprenderse ante la desorientación intelectual y ética de quien acoge el siniestro y alienante deseo de no desprenderse del Otro primigenio (madre universal, según la expresión filosófica), de quien anhela, por consiguiente, que dos sean Uno. No cabe sorprenderse si se tiene en cuenta, claro está, el inveterado horror del sujeto humano a la castración simbólica, el desprecio por la feminidad, o si se prefiere el terror ante la tercera y gran herida al narcisismo humano, herida que en palabras de Freud fue el descubrimiento del inconsciente, pues por el hecho de que esa instancia psíquica determina cuanto hacemos pensamos y deseamos, nuestro Yo no puede ser sino un esclavo en su propia casa.

 

Los ideólogos, de la que la espiritual tibetana que hoy me ocupa parece alumna aplicada, emplean de ordinario palabras rimbombantes y siempre acordes a la sugestiva bondad de la concordia y lo políticamente correcto, como lo absoluto, la unicidad, una parte integrante del Universo, la unión mística con el Todo, etc., etc.. Tal es el malsano deseo que mueve a tocar la sensibilidad de los que los escuchan y, por lo mismo, para mejor defender unos ideales que sólo pueden asumir aquellos que la cultura ha rebajado a mínimos la capacidad reflexiva y el espíritu crítico.

 

Quien lea los libros de Tsultrim Allione, Mujeres de sabiduría, y el último, que no supera al primero en trivialidades y errores de todo tipo, Alimentando tus demonios (La Liebre de Marzo. Barcelona: 2013), advertirá sin duda lo que conocía. Por ejemplo, que un demonio es una noción persistente que nos impide ser felices. Ni que decir tiene que para ese viaje (idea) no eran necesarias tales alforjas (libros). Pero quizá lo más estrambótico sea que a imitación de algunas propuestas de los psicólogos gestálticos, o al revés, Tsultrim aconseja personalizar el sufrimiento y alimentarlo. En efecto, por ingenuo y aun delirante que parezca, esta maestra tibetana dice: «Debes personalizarlo [un dolor físico o emocional, tus demonios], darle una forma física, e intentar averiguar qué es lo que necesita». Mas la cosa no se queda ahí. Pues ordena «Transfórmate en ese demonio, siente y piensa como él, para así poder darle el néctar de cómo se sentirá si obtuviera lo que necesita.»

 

Ya saben amigos, no duden en alimentar a sus demonios, sácienlos de exquisitos manjares o todo lo contrario, pues según esta maestra tibetana eso es suficiente para que no les molesten. (Bendita ingenuidad pero también aprovechada desfachatez la de la Sra. Tsultrim, quien ignora algo tan básico y fundamental en el tema que pretende saber como es que el superyó es insaciable, y, por supuesto, que el método que propone es lesivo no sólo para la inteligencia por concernir a todos los ámbitos del sujeto que imaginariamente quiere ayudar).

 

Girona, 20/12/2013

José Miguel Pueyo