De la necesidad de un padre y el eclipse de la mujer en el país que un día visitó Freud

A finales de setiembre de 1909, Freud recibió en la Clark University (Worcester, Massachussets) el grado de Doctor Honoris Causa en Derecho, uno de los pocos reconocimientos que el insigne clínico vienés obtuvo en vida. El maestro de ceremonias fue Granville Stanley Hall, rector de aquella universidad norteamericana; y todavía hoy circula el rumor de que hasta en sus últimos días el eminente Stanley Hall, primer psicólogo que obtuvo un doctorado en Psicología en EE.UU y fundador de la Asociación Psicológica Americana, recordó las palabras que dijo Freud a Carl Jung cuando divisaban, desde el trasatlántico George Washington, la Estatua de la Libertad: «No saben que les traemos una plaga.»

De eliminar la plaga epistemológica y ética, en suma clínica, del psicoanálisis en Estados Unidos se ocuparon, paradójicamente, los psicoanalistas, aquellos que siendo reprobados por Freud, tomaron las riendas en USA de la International Psychoanalytical Association (I.P.A.), asociación que había sido fundada por el mismo Freud, Sándor Ferenczi y otros colaboradores el 30 de marzo de 1910 en Núremberg, Alemania.

Hoy en USA hay otra plaga, al menos porque algo nuevo se insinúa a favor del Ku Klux Klan, la misoginia, la homofobia… Se trata de una plaga que no supo controlar el presidente Barack Obama, tanto como para que a Hillari Clinton se le escaparan a puñados los votos de los negros y de los hispanos. El óxido de la más de 50.000 empresas cerradas en los últimos años ha producido un daño económico casi irreparable para 5 millones de empleos industriales perdidos, también para las personas que se han visto obligadas a vivir en caravanas por esas y otras desgraciadas penurias no del todo achacables a la globalización económica. El orgullo de ser norteamericano, empero, es inquebrantable a juzgar por la bandera que lucen en los carritos de supermercado los parias de ese gran país en los que llevan las pocas pertenencias que le dejó un gobierno demócrata a superar.

La actividad política de talante anarquista y libertaria del profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Noam Chomsky se ha visto una vez más contrariada, en estos días por el triunfo de la persona que sin duda más le quita el sueño, el neoliberal Donald Trump. Un nuevo padre, en esta ocasión blanco y del capitalismo salvaje, para las aspiraciones económicas, sociales y aun morales del gran pueblo norteamericano. Trump, como padre, no es Obama. Este último se erigió como padre-colega, y desde esa amigable relación con sus conciudadanos quiso sanear la sanidad, reactivar la industria, cambiar a mejor las relaciones con Cuba y China, etc., etc. Todo eso se encontraba entre sus deseos, sin duda, pero no los pudo hacer realidad. Los resultados de su gestión fueron apenas perceptibles, nada que ver con lo que de un gobierno demócrata esperaban millones de norteamericanos, no sólo la gente de color. Cierto es que, como decía Francisco de Ayala, «La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente.»

Mas ¡Ay del padre!, y ¡Ay también del Uno! Y es que el padre, ya sea el afable colega que explica que es el bien y el mal a su hijo, así como el celoso, tiránico y aún sanguinario urvater que presentó Freud en Tótem y tabú, 1913, siempre fallan respecto a las aspiraciones de la criatura humana. Pero estando las cosas como están qué norteamericano no suspira por un padre protector, un anhelo que los demagogos, como es conocido, no dejan de explotar.

 

Por otro lado, ¿qué mujer podía competir con el supuesto padre benefactor? Hillary Clinton no. Tanto más por sus devaneos con la gente de Wall Street y, claro está, por otros no menos desacreditados episodios. En esta ocasión el amor de madre fue visto del tipo del estrago, y efecto de esa convicción el voto recayó, para sorpresa de no pocos maestros de la demoscopia, en el nuevo Mesías.


Dios coja confesados a unos y otros votantes, pues la cosa fue de unos 200.000 votos, aunque de la nueva crisis serán millones los afectados. Mientras esos fatídicos días llegan, disfruten ustedes de las hazañas del populismo de derechas, del hecho también de que todos somos proletarios, como decía Lacan, con este Shabat Shalon Hasídico de los primeros que felicitaron al 45 presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.    

 

Girona, 11 de noviembre de 2016

José Miguel Pueyo