La reivindicación del escritor Gaspar Hernàndez de inoperantes e ideológicos principios
filosóficos y espirituales en el ámbito de la salud
Periodista y escritor, además de presentador del programa El oficio de vivir, de Cataluña Radio, Gaspar Hernàndez se encuentra entre los acólitos y portavoces de la idea de que «Hay otras medicinas que curan». Tales medicinas, según explica en su último libro, No soy de este mundo –curioso título para un autor que no deja de estarlo, al menos porque defiende reactualizaciones de trasnochadas ideas filosóficas, espirituales y del acervo de las llamadas terapias alternativas–, son la homeopatía, la medicina ayurvédica o las flores de Bach. Según Hernàndez estas terapias «Darían mucha riqueza a nuestro sistema de salud.»
Tales son las terapias, entre otras de esa misma naturaleza, para las que Hernàndez demanda dos cosas:
- que sean conocidas,
- y, por otra parte, que sean integradas en el sistema sanitario.
Esas terapias, como cualquier otra producción del sujeto humano, deben ser conocidas, cómo no. Y lo primero que de ellas debe ser conocido es que curan, en efecto, pero mayoritamente por sugestión. El primer y fundamental aspecto remarcable es que la estructura epistémica, clínica y ética de estas terapias es el efecto placebo demostrado por Freud:
- estas terapias producen efectos terapéuticos rápidos pero breves en el tiempo;
- impiden conocer las causas del trastorno que se trate;
- y promueven ideas imaginarias sobre las enfermedades y resistencias, que en ocasiones llegan al fanatismo, sobre los modos de prevenir y tratar las enfermedades y el malestar en general.
Estoy convencido, pero celebraría equivocarme, que Hernàndez obviará los descubrimientos psicoanalíticos al respecto, entre otros, que las emociones pueden producir enfermedades, como demostró Freud. De ser así, Hernàndez no hará sino incrementar los déficits intelectuales de la cultura de la postmodernidad en las jornadas Girona Nueva Cultura de Salud organizadas por Oncolliga, que, obviamente, de Nueva Cultura no tienen nada, absolutamente nada. (Tras presentar su libro, el escritor mantendrá, el sábado 24 de setiembre a la siete de la tarde, una conversación con la psicóloga Eva Juan Linares en el Museo de Arqueología de Cataluña, en el monasterio de Sant Pera de Galligants, de Girona).
Yo no soy de los que proscriben las terapias alternativas y tampoco la medicina alopática, pero la práctica psicoanalítica me advierte cada día que a la estructura primaria de la enfermedad se añaden a menudo los prejuicios de los terapeutas alternativos y alopáticos, y se añaden en forma de resistencias de las personas que llaman a nuestra puerta para comenzar un psicoanálisis.
Es más, a los prejuicios clínicos se suma la desorientación intelectual de esas mismas personas, desorientación provocada por los discursos de sus antiguos terapeutas, gurús, maestros y, cómo no, por la lectura de libros llamados de autoayuda. Y es que no pocas personas, por su dolor y desesperación, son presa fácil de recomendaciones terapéuticas inoperantes. Baste indicar aquí uno de los principios ideológicos que repite el mismo Hernàndez: «lo que está demostrando la ciencia, y que es lo mismo que sostienen las grandes tradiciones religiosas y espirituales, es que no hay cuerpos individuales sino una unidad de fondo. Todos somos uno y todos nos afectamos más de lo que pensamos». Lo que no dice Hernàndez es que está defendiendo el panteísmo más rancio, el que inauguró el filósofo Pitágoras de Samos en el siglo V antes de nuestra era, un principio sin ningún resultado beneficioso para la salud física-psíquica y moral, y que ha sido resucitado, para más inri, por algunos físicos que se llenan la boca con la espiritual ideología cuántica.
A la antiquísima idea filosófica de todos somos uno, Hernàndez agrega el principio ingenuo y absolutamente superado de la ética kantiana, «Desde esta concepción de unidad, no haces al otro lo que no querrías para ti».
Pues bien, «despertar de la conciencia» se concreta en lo que acabo de presentar, en absoluto en lo que afirma y aconseja Gaspar Hernàndez, que más bien consiste en ocultar la verdad sobre lo que es el sujeto humano y las causas de sus enfermedades mediante un discurso huero y que apela a los sentimientos de las personas desorientadas y sufrientes, todo ello, consciente o inconscientemente, imponiendo un discurso del amo edulcorado con las palabras del diccionario humanista.
Girona, 24 de setiembre de 2016
José Miguel Pueyo, psicoanalista
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