Sin diván

La reactualización del trauma afectivo y la terapia del desamor de Silvia Congost en A solas. Descubre el placer de estar contigo mismo

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, fue el primero en advertir, en virtud de lo que le enseñaba la clínica, que el sujeto, sin el análisis con un psicoanalista, estará condenado a repetir, en no pocas ocasiones, lo peor, en virtud de la estructura psíquica, inconsciente, Otro en el que habitamos todos los seres humanos, sin excepción, como formuló y demostró el psicoanalista Dr. Jacques Lacan. Recorrer la historia de una persona, su constitución subjetiva, en el contexto de un tratamiento psicoanalítico, es decir, articular la libre asociación del analizante con la escucha y la interpretación del psicoanalista, regidas ambas por la ética del bien decir del síntoma y la neutralidad ideológica, son condiciones indispensables para disolver el malestar psíquico, los síntomas que describe la psicopatología, como podría ser la dependencia emocional tóxica que describe Silvia Congost, o de las siempre malignas alienaciones ideológicas en las que un sujeto puede estar atrapado como consecuencia de una deficiente estructuración subjetiva.

 

Que Silvia Congost es una persona ajena a los beneficios cognitivos e intelectuales que posibilitan el discurso psicoanalítico se pone de manifiesto con la publicación de A solas. Descubre el placer de estar contigo mismo (Zenith, 2019), un libro en el que su autora nada nuevo ni provechoso aporta, y menos aún rectifica los presupuestos ideológicos que dieron forma a sus anteriores libros, pues sigue proponiendo como solución su respuesta-saber imaginario derivado de un trauma afectivo personal mal resuelto, según sus propias palabras, no sin las igualmente imaginarias suposiciones de lo que somos defendidas por la manoseada ideología de género, en tanto que hace ya más de un siglo que se sabe, merced a los descubrimiento psicoanalíticos, que el género biológico (macho-hembra) no hace a la posición del sujeto con respecto al Otro que define la identidad sexual (hombre-mujer) ni determina la elección de objeto afectivo-sexual ni la manera de ser en el mundo.

 

Nada mejor, por consiguiente, que recuperar el texto que escribimos con ocasión de la presentación de Si duele no es amor, habida cuenta de que Silvia Congost repite los mismos errores en A solas. Descubre el placer de estar contigo mismo.

Sin diván. Trauma afectivo y terapia del desamor en Silvia Congost

Este enunciado vendría a explicar la producción clínica de la psicóloga gironina Silvia Congost Provensal. El recientemente fallecido sociólogo Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 - Leeds, 9 de enero de 2017), habría encontrado motivos para reafirmase en las características predominantes de la postmodernidad que describiera en sus libros; hubiese sido así, sin duda, de haber escuchado el pasado jueves 3 de febrero de 2017, en la Casa de Cultura de Girona, la presentación de Si duele, no es amor. Aprende a identificar y liberarte de los amores tóxicos. (Zenith. Barcelona: 2017).

Silvia Congost, en la presentación de su libro, estuvo a un paso de protagonizar un striptease sentimental. Explicó –y no era la primera vez– un supuesto trauma afectivo con una de sus parejas. Lo destacable, empero, es que aquella lamentable circunstancia constituye el punto de partida del último libro de quien se presenta como experta en autoestima, dependencia emocional y conflictos de pareja, un libro que no sólo por aquel desgraciado motivo presenta las limitaciones intelectuales que advierten los críticos de la postmodernidad.

¿Qué valor tiene el libro de Silvia Congost para el clínico? Ninguno. Alerta, sin proponérselo la autora, de lo que el clínico debe evitar en su práctica si no quiere que el tratamiento responda a las coordenadas del discurso del Amo. Discurso éste que, como es conocido, se debe excluir del tratamiento para no obstaculizar la escucha del deseo y del goce y, por ende, para conocer la implicación del deseo del sujeto en lo que se queja.

 

Nada ha cambiado, pues, desde el comentario que presentamos de Cuando amar demasiado es depender. Aprende a superar la dependencia emocional (Oniro. Barcelona: 2013), de la misma autora. Y para las personas que esta psicóloga pretende ayudar, ¿qué importancia tiene este libro? Opinamos, como acabamos de apuntar, que no va más allá de la persuasión, o sea, sus efectos, en el mejor de los casos, podrían ser rápidos pero, entre otras limitaciones, breves en tiempo. 

Sobre la producción de Silvia Congost

La presentadora del acto, Paula Cavalcante, omitió el trauma personal de la autora, y no fue distinto respecto a su marco teórico. Por su parte, Silvia Congost reiteró su pasión de ayudar a quienes desean liberarse de los vínculos afectivos destructivos que ella había padecido y, por ende, se proponía enseñarles a construir relaciones de pareja sanas.

 

La experiencia personal puede ayudar a entender algunas penosas vivencias, ciertamente. Pero en el ámbito de la psicoterapia no cabe darle prioridad, más bien se trata de lo contrario, o sea, de que no se inmiscuyan en la práctica clínica. De ahí que la interrogación sobre los afectos contratransferenciales sea fundamental. En psicoanálisis se conocen como «deseo de un clínico», deseo que al poder ser cualquiera constituye el envés del «deseo del psicoanalista», dado que este último está regido por la regla de la abstinencia y la ética del bien-decir-del-síntoma. Obviar esos aspectos eclipsa el sentido de todas y cada una de las eventualidades que suelen acontecer en el tratamiento, con lo que nada que no fuese imaginario cabría argüir del mismo.

 

Que Silvia Congost apoyara sus ideas en el trasnochado discurso de la filosofía práctica, y que redujera a tres grupos el amor en las relaciones de pareja, puede ser la consecuencia lógica de lo que acabamos de indicar. Es dable señalar que en el libro de esta psicóloga no sólo se perciben algunas estrategias propias de los libros de autoayuda, pues en vano se buscará en él ideas de los autores que orientan en las cuestiones del amor, el deseo, el goce, la sexualidad y aun de las relaciones de pareja. No es diferente respecto al amor que Santa Teresa sentía por Dios; el ágape de los cristianos en el aprovechado deseo de inmortalidad mal velado en el amor a Jesucristo; ni una nota sobre el objeto causa del deseo en el amor cortés; y menos aún menciona la autora, por extraño que parezca, el vínculo adictivo por los gadgets postmodernos de la inteligencia artificial, vínculo que, al lado de los animales de compañía, restan libido a los vínculos amorosos de otras épocas. Por todo ello se nos antoja que Silvia Congost desconoce el siguiente aforismo de Jacques Lacan, «Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época.»

 

De la práctica clínica y el trauma sentimental de Silvia Congost

La autora no tuvo a bien esbozar siquiera qué herramientas utilizaba en su pasión de ayudar a quienes padecen los rigores de una relación de pareja. Señalamos, por tratarse de omisiones epistémicas y éticas esenciales, que el libro que sucintamente comentamos deja de lado:

 

• La escucha del discurso del Otro.

 

• No presta atención a los aspectos contratransferenciales que deben evitarse en el tratamiento.

 

• Y deja de lado asimismo el deseo y el goce, así como a las características del tratamiento en el marco de una determinada teoría.

 

Todo ello dificulta la falsación del procedimiento clínico. Qué esta psicóloga haya tenido las negativas experiencias afectivas que dice haber sufrido no debería ser óbice, más bien todo lo contrario, para presentar los principios clínicos que, en casos análogos, deben exigirse.

En una entrevista para la Contra de La Vanguardia, del 03/08/2013, Aprender a aceptar al otro es el mejor regalo para ambos, explica Silvia Congost lo que para ella fue una traumática y tóxica relación de dependencia emocional, experiencia que constituye, como hemos apuntado, uno de los ejes fundamentales en los cuales justifica su trabajo clínico.

 

Silvia Congost: Sí. Yo sufrí dependencia emocional, ese enganche tóxico que te va destruyendo sin que te des cuenta.

 

Inma Sanchís: Cuénteme.

Silvia Congost: Siendo ya psicóloga empecé una relación: lo más maravilloso que me había pasado en la vida. Él era una buena persona, pero nuestra manera de ver la vida era distinta. De hecho, no coincidíamos en nada.

 

Inma Sanchís: ¿Cuánto duró?

Silvia Congost: Cinco años. Me adapté a él en todo, sólo hacía las cosas que a él le gustaban y que a mí me horrorizaban, como pasarme el fin de semana viendo la tele y todas las vacaciones haciendo surf.

 

Inma Sanchís: Pues si no te gusta, es duro...

Silvia Congost: Cuando me recuerdo a mí misma dentro de un traje de neopreno en pleno invierno no me lo puedo creer: jamás me ha gustado ni el mar ni el frío. Y no es que él me obligara.

 

Inma Sanchís: Si era feliz haciendo feliz...

Silvia Congost: En absoluto, así que empecé a quejarme, a exigirle que cambiara. Tomé conciencia de que no estaba bien y de que aquello no era lo que yo quería, pero cada vez que me planteaba dejarle me inundaba el pánico. Incluso llegué a ponerme enferma de ansiedad.

 

Inma Sanchís: ¿Aparecieron los celos?

Silvia Congost: Sí, mis inseguridades y mis miedos crecieron de manera desmesurada. Estuve un año intentando dejarle y volviendo con él como si me fuera la vida en ello.

 

Inma Sanchís: ¿Pidió ayuda?

Silvia Congost: Empecé a buscar información por todas partes sin resultados hasta que Walter Riso dio una conferencia en el Colegio de Psicólogos sobre dependencia emocional y comprendí que ese era mi problema, aunque no sabía cómo salir de ahí.

 

Inma Sanchís: ¿Cómo lo hizo?

Silvia Congost: Con las mismas herramientas que se usan para abandonar una adicción: contacto cero y superar con paciencia el síndrome de abstinencia, que lo hay y muy fuerte, incluso más que con otras sustancias.

 

Inma Sanchís: ¿Recaídas?

Silvia Congost: Sí, cuando la desesperación se apoderaba de mí, necesitaba coger el coche e ir a verle para calmarme. Pero cada vez que conseguía contenerme me sentía un poco más libre. Hoy doy gracias a esa experiencia que paradójicamente se ha convertido en mi especialidad. He visto que mucha gente padece dependencia emocional y no lo sabe.

 

Silvia Congost, como se habrá advertido en la entrevista, omite la razón estructural de los hechos que relata. Por consiguiente, parece que le trae sin cuidado un aspecto tan importante en el asunto que trata como es la idiosincrasia de las personas implicadas y la novela familiar de los que en ocasiones hacen del amor un lazo social. Es decir, en los temas del amor no sólo conviene analizar lo que no va, sino también los motivos de lo que, como se dice, es una relación perfecta.

 

Respuesta de Silvia Congost al trauma sentimental

¿Qué es el amor?, ¿Qué es una relación de dependencia emocional?, ¿De qué argumentos teóricos se nos hace partícipes? ¿Qué solución se aporta para los problemas que se presentan? Son algunas de las cuestiones que esta psicóloga pretendió responder el jueves 3 de febrero de 2017 en la Casa de Cultura, de Girona.

 

Silvia Congost: «Vengo a hablaros del amor, del desamor, y de todos esos malentendidos que a veces se acaban generando…». «No vengo a traer verdades absolutas sobre el amor. Lo que quiero es básicamente venir a compartiros mi visión acerca de este tema, las conclusiones a las que yo, después de todos estos años, he ido llegando.»

 

ULP-Gi: Que esta psicoterapeuta pretendiera eludir posicionarse como Otro del Otro no quiere decir que lo consiga en su práctica clínica. Es más, por lo que dice y omite no puede evitar el anhelo de completar al otro, deseo común a aquellos que se identifican al Otro completo, sin fisuras, haciendo así del discurso del Amo el fundamental resorte de su práctica clínica, un discurso que sus agentes suelen enmascarar con abundantes dosis del humanitarismo más ramplón. Lejos estamos de pedir a Silvia Congost que conozca que «Amor es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es», aunque en el asunto que la ocupa no sólo no estaría de más por ser absolutamente necesario. Pero para entender ese aforismo de Jacques Lacan habría que saber, por ejemplo, que el sujeto humano, por ser un sujeto del lenguaje, está afectado por una falta estructural, falta-a-ser que constituye la auténtica dimensión simbólica que nos caracteriza y diferencia radicalmente de los otros animales, falta estructural, por lo demás, que persigue al sujeto hasta sus últimos días, dado que nunca se alcanza el Ideal del Yo, que el filósofo bávaro Friedrich Nietzsche acuñó como «moral del resentido».  En suma, es por esa falta estructural que las personas suelen buscar en el partenaire aquello –no se sabe qué– que supuestamente las completaría, haría de ellos sujetos plenos, felices, si se nos permite expresarnos así. He aquí, con todo, la imaginaria ilusión de hacer de dos Uno, signo inequívoco del deseo de completud que denuncia la estructural falta-a-ser del sujeto humano y, por consiguiente, la herida narcisista del Yo.

 

Silvia Congost: «Todas las relaciones de pareja se pueden agrupar en tres tipos. El primero es el sano, pues nos permite crecer, encontramos el equilibrio, el bienestar. Los otros dos tipos nos llevan a sufrir, son relaciones tóxicas. Tenemos que salir de ellas, sin desgastarnos y destruirnos muchas veces de manera totalmente innecesaria.

 

• Las relaciones basadas en el amor. Este es el modelo que es sano. Cuando hay amor es cuando podemos crecer, podemos construir. Las características esenciales del amor de verdad son: la bondad, la confianza, la honestidad, la compasión (aquello que te mueve para intentar evitar el dolor de la otra persona), la empatía, el deseo de inclusión (sentir que mi pareja me incluye en sus planes). Estos ingredientes están o no están. […] El amor es un dar y un recibir a partes iguales. Nace de la convivencia, de compartir, de intereses mutuos.

 

• Las relaciones basadas en el desamor. Hay muchísimas parejas que viven en el desamor. Son relaciones en las que un día hubo amor, pero que ya no lo hay. Quedan atrapadas en lo que un día fue, ya no es, pero tienen la esperanza de que tarde o temprano va a volver a ser. Seguimos ahí por culpa, por miedo, por lo que sea. Y no nos damos cuenta que cuando uno deja de amar, el otro deja de amar también.

 

• Las relaciones basadas en el no amor. Relaciones en las que nunca ha habido amor. Hay muchas relaciones basadas en el no amor. ¿Por qué? Yo, pensándolo, creo que cuando tomamos una decisión siempre lo hacemos por dos motivos, para evitar sufrir o para tener placer. No salir del no amor pensando en que fuera de esa relación voy a sufrir más, está bastante vinculado a la falta de autoestima.»

 

ULP-Gi: El afán clasificatorio de Silvia Congost ha quedado superado incluso por la clínica más tradicional. Pero lo decisivo en este punto es que el interés didáctico que se le pudiera conceder a la nosología, no puede dejar de lado aspectos tan esenciales en las cuestiones del amor como la pulsión y el masoquismo erógeno y moral; mientras que sólo la escucha analítica, libre de prejuicios e imposturas, puede dar luz a las delicadas, complejas y particulares cuestiones del amor.

 

Silvia Congost: «¿Por qué queréis una relación? A menudo, a todos nos pasa esto, basamos la relación de pareja en lo que esperamos obtener de esta persona: compañía, que me pueda divertir. Pero así es como aparecen los dos principales problemas en la mayoría de relaciones. Primero es la decepción. Me decepciono porque no me das aquello que yo esperaba que me dieras. El segundo es el control. Empiezo a manipularte para que me des eso que yo quiero, aquello que yo esperaba de ti. Claro, si esa persona se resiste, vamos a entrar en conflicto. Y si esa persona adopta una actitud más sumisa, y se adapta a mí y me da aquello que yo espero que me dé, al cabo de poco tiempo aparecerá la frustración y se sentirá infeliz cuando se está perdiendo a sí misma. Al final sufriremos. Que es lo que pasa tantas y tantas veces con las relaciones de pareja, que por algún motivo sufrimos. Y yo un día me pregunté ¿se puede sufrir por amor?»

 

ULP-Gi: La autora no dudó en echar mano del manido recurso de la interpelación. Entendemos que conviene abstenerse al respecto si uno no quiere meter en un incómodo brete al público. Por otro lado, ¿quién puede ignorar que se puede sufrir por amor? Hubiese bastado con preguntarse ¿qué puede sentir una persona cuando pierde el objeto de amor? para advertir que el amor lleva consigo el sufrimiento, habitualmente da lugar a los afectos del duelo, y en otros casos cerca al sujeto en la siniestra sombra de la melancolía, –un no saber qué se ha perdido con el objeto que se ha perdido–, aciaga sombra que trae consigo un inmisericorde reproche. Se comprende entonces que algunas formas de espiritualidad, haciendo gala de la más absoluta desorientación del asunto que pretenden solucionar, renieguen de los lazos afectivos, el deseo y el apego a los objetos que pueblan el mundo. Aspecto distinto, claro está, es lo que se conoce como relaciones afectivas tóxicas. Y siendo así, será siempre necesario, para no ofender al lector y/o oyente, que el clínico conozca al menos los aspectos esenciales del asunto que trata.

Silvia Congost: «El amor para toda la vida existe y conozco casos que lo demuestran. Pero dudo que puedas garantizar a alguien que os vais a amar hasta que la muerte os separe. Tú no sabes lo que vas a sentir mañana, y mucho menos sabes lo que va a sentir la otra persona.»

 

ULP-Gi: Las verdades de Perogrullo no quedaron fuera de escena. Quizá Silvia Congost no desconoce que hay amores que matan, como el que acontece en la película Mi hija Hildegart (1977), dirigida por Fernando Fernán Gómez, y basada en el libro Aurora de sangre de Eduardo de Guzmán. Pero no parece que se haya adentrado en el sentido de «Amarse hasta que la muerte os separe», evidencia que no es sin relación con la violencia de género, como en el desgraciado caso del periodista Alfons Quintà, quien quitó la vida a su esposa, para luego suicidarse de un tiro de escopeta.

 

Silvia Congost: «Pensando en el porqué [hay tres grupos de amor] cuando estaba preparando esta charla llegué a dos conclusiones, a dos porqués. El primero son nuestros modelos de referencia. Siempre los padres siempre acaban siendo responsables. Es la primera relación de pareja que tenemos de referencia. Cómo hayan llevado ellos su relación nos influirá profundamente en lo que vamos a introducir en nuestro disco duro de cómo deben ser las relaciones, de lo que es normal o no es normal. Una persona puede copiar más el rol del padre o el rol de la madre. Entonces, cuando elige a una pareja acostumbra a elegir a una persona que encaje con ese rol. Entonces los padres tenemos que plantearnos si la relación que tenemos nosotros es la que nos gustaría que reprodujeran mi hijo o mi hija el día de mañana. ¿Me sentiré orgullosa? ¿Estoy siendo un buen ejemplo?»

 

ULP-Gi: Hablar con el rigor que merece de la incidencia de los padres en lo que somos, requiere, en primer lugar, saber que la pulsión nada tiene que ver con el instinto; que hay que diferenciar la imitación, propia del animal, de las identificaciones (inconscientes) primarias y secundarias por concernir sólo al sujeto humano; y es igualmente necesario reconocer que el rol del padre y el rol de la madre no son equiparables a la Función del Padre, factor éste crucial dado que determina el particular modo de ser en el mundo del sujeto humano, esto es, la forma de amar, desear y gozar de cada uno de nosotros.

 

¿Qué es una relación tóxica de dependencia emocional? ¿Cuáles son sus fundamentos teóricos, sus argumentos?

Silvia Congost: «Algunos de vosotros ya sabéis que mi historia profesional parte de una historia, de una experiencia que yo viví en primera persona. Entonces decidí dedicarme únicamente a ayudar a personas que estuvieran sufriendo en una relación de pareja. Descarté todos los otros casos, los otros tipos de situaciones, con lo cual me ha permitido profundizar mucho más, indagar, estudiar, discutir, leer, buscar información, y al final, creo que ya son 12 años, me he dado cuenta de que, si bien cada caso es diferente, cada persona lo vive a su manera, en realidad a todos nos pasan las mismas cosas…en el fondo todo es lo mismo.»

 

ULP-Gi: Cabe ahora la siguiente pregunta, ¿qué han dado de sí la experiencia sentimental tóxica y los 12 años de investigación de Silvia Congost? En verdad, muy poco. Pero hay quien se atreve a criticar la duración del tratamiento psicoanalítico ignorando que son los descubrimientos clínicos los que fundamentan el tiempo y cada uno de los conceptos en psicoanálisis. Es decir, no es un capricho que el tiempo en psicoanálisis sea lógico, no cronológico, por consiguiente, que tanto la duración de las sesiones como el tratamiento psicoanalítico son variables por estar sujetos a la singularidad del caso por caso.

 

Silvia Congost: «Cuando podemos poner mucha más conciencia en el tema de las relaciones, pues tenemos también muchas más herramientas. Mi objetivo, en definitiva, para estos minutos que vamos a compartir es de alguna forma detenernos y pensar, detenernos y mirarnos a nosotros mismos, hacernos preguntas, que nos planteemos ¿cómo es la relación de pareja en este momento? ¿cómo son las relaciones que he tenido en mi pasado? ¿hay algún aspecto en común, son parecidas, siguen el mismo patrón?»

 

ULP-Gi: Éste sería un buen ejemplo de quienes se permiten afirmar que han superado al psicoanálisis sin haber entendido la originalidad de su clínica y menos aun de la luz que aporta a los vínculos sociales, a la cultura y a los objetos que oferta el mercado de consumo. No son pocos, y entre ellos todo indica que se encuentra Silvia Congost, quienes por las más diversas circunstancias ceden ante ese títere que es el Yo-consciente, siguiendo con ello, y nada hace pensar que habiéndolo advertido, a los partidarios de las tesis imaginarias del célebre filósofo racionalista del siglo XVII, René Descartes. De ahí que la idea de que lo consiguieron porque era imposible, sólo sea verdad en el registro imaginario, pues lo siniestro, tarde o temprano, suele manifestarse en la cotidianidad de lo conocido, demostrando el error de haber confiado en determinados procedimientos psicoterapéuticos.

 

Silvia Congost: «No me cansa nunca, si tengo un hueco, aunque sea a las 11 de la noche, ponerme en el sofá con el ordenador y contestar mensajes [a las personas que me piden consejo por mail]. No lo hago desde le esfuerzo, simplemente como yo he sido esa persona que un día le envió un mensaje a alguien que nunca respondió, sé muy bien cómo se siente. Entonces yo creo que ahí conecto inmediatamente con la compasión.»

 

ULP-Gi: Si no lo hemos entendido mal, la compasión y la decidida atención al paciente, incluso en horas intempestivas, supone para esta psicóloga un resorte clínico. Aceptando que el humanitarismo de la compasión es loable en muchos ámbitos de las relaciones humanas, lo cierto es que ha quedado superado por otro tipo de ética, la ética del bien decir del síntoma, una ética acorde a la verdad del asunto tratado en la relación terapéutica. Se hace necesario señalar que la compasión puede no ser más que un factor contratransferencial. En no pocas ocasiones son aspectos no resueltos del psicoterapeuta los que se inmiscuyen en la clínica, siendo la culpabilidad inconsciente uno de ellos. De ser así, la atención ligada a la compasión haría que el tratamiento fuese también el del psicoterapeuta y, con el desconocimiento de lo que en el tratamiento se pone en juego, ninguna de las personas, tanto más el terapeuta, sabría a qué responde lo que dice, propone o aconseja.

 

Silvia Congost: «Me gusta mucho una idea del budismo. El budismo dice que el ser humano sufre porque genera un apego tóxico con las cosas y con las personas. Nace ese apego tóxico porque ignora que la inevitabilidad del cambio siempre está presente en la vida de todas las personas. No nos gusta esa idea, no queremos pensarlo, preferimos ignorarlo, pero después así nos va de mal que no sabemos controlar una situación que se nos ha ido de las manos. Y en las relaciones de pareja pasa lo mismo. Los cambios son ingredientes que pueden estar presentes en cualquier relación.»

ULP-Gi: Silvia Congost yerra cuando afirma que «El budismo dice que el ser humano sufre porque genera un apego tóxico con las cosas». Lo de tóxico lo pone ella, pues lo tóxico para el budismo es el deseo por cuanto habita en el mundo. Cierto es que no siempre es así. Permítasenos un ejemplo. Sin necesidad de abusar del argumento ad hominem, se conoce que por el principio de desear no desear, algunos monjes budistas se dedican al narcotráfico, mientras que otros no reniegan del avión particular, los coches de alta gama, y, en fin, lo que se conoce como la vida relajada y de placer propia del burgués más recalcitrante. Por lo demás, en la India, el país budista por excelencia, una niña es violada cada cuarto de hora.  

 

Silvia Congost: «Decía Zygmunt Bauman, autor de Amor líquido, maravilloso libro que os recomiendo, que estar en una relación es una incertidumbre. Y es cierto, yo sé cómo estamos hoy, pero somos dos personas diferentes, que no sabemos hacia dónde vamos, no sabemos los cambios que vamos a hacer cada uno a nivel individual. Y si pensáramos que es una incertidumbre tal vez seríamos más conscientes de lo que estamos viviendo, y podríamos disfrutar más del día a día.»

ULP-Gi: Quizá Silvia Congost pensó que el hecho de citar a un crítico de la cultura vendría a avalar, en el imaginario social del público, sus ideas. Es más, se limitó a decir que el Amor líquido era maravilloso. No se detuvo en las ideas de Bauman en relación con la sociedad actual, las instituciones en las que descansa la cultura, la política, los objetos tecnológicos y/o los medios de comunicación. Por lo mismo, estaba fuera de lugar pedirle que comparase las ideas de Bauman con las de otros autores de la posmodernidad que han hablado de las relaciones amorosas, como Gilles Lipovetsky, Jean-François Lyotard, Jürgen Habermas, Gianni Vattimo o Jean Baudrillard.

 

Añadiremos que a los análisis sociológicos que llevan a cabo estos autores habría que agregar lo mejor y lo peor de lo que somos capaces las personas, por lo mismo el gozoso consentimiento que parecen experimentar algunos en situaciones deplorables, dando así la razón al céleberrimo poeta latino Publio Ovidio Nasón (43 a.C. – 18 d.C), quien puso en boca de Medea, en el libro séptimo de La Metamorfosis:

 

¿Cuál la causa de tan gran temor?

Sacude de tu virgíneo pecho las concebidas llamas,

si puedes, infeliz. Si pudiera más sana estaría.

Pero me arrastra, involuntaria, una nueva fuerza,

y una cosa deseo,la mente de otra me persuade.

Veo lo mejor y lo apruebo, lo peor sigo.

 

Silvia Congost: «La gran tragedia humana está no en cuánto sufrimos sino en cuánto perdemos. Tenemos pánico a la idea de perder a la otra persona. Como dice el budismo, generamos ese apego y la idea de perder no la podemos concebir de ninguna manera, pensamos que será para siempre y ya no tenemos en mente otra posibilidad. Entre el dolor y la pérdida nos quedamos siempre con el dolor.»

 

ULP-Gi: Contrariamente a lo que afirma Silvia Congost, lo verdaderamente destacable es que la gran tragedia del sujeto humano es la misma, paradójicamente, que la que lo humaniza y hace de él un ente singular entre los que pueblan el mundo.

 

¿De qué se trata? Se trata de que el sujeto humano perdió en su más tierna infancia su primer objeto de deseo  (el llamado objeto petit a, vale decir que perdió el abrazo amoroso y narcisista con el otro que habitualmente encarna la mamá) y, con esa pérdida esencial, el sujeto humano es capturado por el lenguaje, un lenguaje en falta (-1 significante del lenguaje humano) en todo distinto, por lo mismo, a otros lenguajes conocidos. Esa pérdida y esa captura por el lenguaje son las que permiten definir al sujeto humano como a-ser, esto es, como un ser en falta (falta-a-ser). Es más, lo realmente trágico para una persona es no haber perdido el objeto a en absoluto, pues así es en las psicosis.

 

La pérdida del objeto a en la más tierna infancia es necesaria. Y el agente de esa pérdida no es tanto el padre como la llamada la Función del Padre (que la puede cumplir cualquier persona), operación que normativiza el anhelo de goce-Todo de la criatura humana, siendo esa pérdida y/o prohibición del goce la que responde al nombre de castración simbólica.

 

Por otro lado, la pérdida del objeto a da lugar a la herida narcisista del Yo, y es esa herida la que determina la respuesta del amor como ilusión de encontrar el objeto a. El amor es una ilusión en tanto que el objeto a está perdido para siempre, es irrecuperable, hecho que hace del amor una de las figuras de lo Real del goce imposible.

 

Silvia Congost: «Eric Fromm decía que el ser humano basa su identidad en dos cosas. Una es en lo que tiene, las pertenencias, los bienes materiales, aquello que consigue, en el matrimonio, el hijo, la casa, el poder, a nivel social, cultural, el reconocimiento, el éxito, pero fijaros que todo aquello que tiene coincide con aquello que puede perder también. Entonces el ser humano que basa su identidad en aquello que tiene y un día se queda sin nada, entonces, ¿quién es? No es nada. En cambio, hay muchas personas que basan su identidad en lo que son, en su esencia, en sus aptitudes, en sus cualidades, en sus talentos, en su potencial, y en sus valores. Entonces, la persona que basa su identidad en lo que es vive tranquila, pase lo que les pase, si pierden la pareja, si pierden el trabajo, seguirán siendo.»

 

ULP-Gi: Algunos pasajes de Fromm bastan para reconocer que su contacto con el psicoanálisis, por mediación del jurista Hanns Sachs, discípulo de Freud, en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, fue fallido. Fromm no pudo superar la ideología familiar, como se refleja en su tesis doctoral de 1922 sobre la ley judía, y tampoco la influencia humanista de Karl Marx. Apelar a la identidad del ser no es tampoco lo más acertado tanto más cuando la corrupción es la usurpación ilegal de la plusvalía.

 

Silvia Congost: «Tenemos que perder el miedo a la soledad. Identificamos el hecho de no tener pareja a estar solos y desamparados en el mundo. Estar perdidos. Y no es así. Todos preferimos estar acompañados porque somos seres sociales.»

 

ULP-Gi: En realidad, nunca estamos solos. Siempre nos acompaña el Otro, nombre lacaniano de lo inconsciente freudiano, Otro que es necesario curar para que la práctica clínica no sea el escenario del discurso del Amo. Los prejuicios son coartadas contra el análisis del malestar del sujeto humano en la cultura, y dejan al margen la razón estructural tanto del sentimiento oceánico como del desamparo.

 

Silvia Congost: «Cuanto más nos parezcamos más fácil será la relación.»

 

ULP-Gi: Sí, sí, y en ocasiones, siendo así, todo lo que acompaña al aburrimiento está asegurado.

 

Silvia Congost: «Cuando uno es capaz de diferenciar lo que es amor de lo que no lo es adquiere la libertad para elegir desde la conciencia.»

 

ULP-Gi: Nada hay en la producción de esta especialista en dependencia emocional y conflictos de pareja que permita al lector diferenciar amor de enamoramiento. Pero el error es incluso mayor cuando se afirma que hay que «elegir desde la conciencia». ¿Acaso la conciencia no está determinada por el Otro, nombre lacaniano de lo inconsciente freudiano? Con tamaño desconocimiento huelga señalar la pretensión de ayudar a quienes sufren una relación tóxica por dependencia emocional.

 

Del deterioro cultural

Ejemplo notorio de ese deterioro y de otros efectos postmodernos se evidenciaron cuando Silvia Congost propuso a los asistentes a la presentación de su libro hacer preguntas tras su intervención.

 

Indiqué yo que hablaba en nombre de la Universidad Libre Popular de Girona. Quise dejar constancia, en primer lugar, de que Eric Fromm, autor citado de manera imprecisa y aun confusa en relación con el tema de su libro, no era uno de los autores de referencia para los psicoanalistas. Difícil es imaginar la reacción que se me dispensó. Silvia huida del escenario; exabruptos de hooligan de una asistente al acto; y un señor bajito y calvo chillaba sin reparo «es la hora de Silvia, la hora de Silvia… que haces aquí». Intervine nuevamente para que la autora aclarase las herramientas que utiliza en su práctica clínica, pero mi pregunta quedó nuevamente truncada por anticulturales reacciones de las personas que tenían alguna relación con la autora. No me encuentro yo entre los que aplauden sin criterios objetivos, y tampoco estoy entre los que eluden preguntarse por las razones de sus inclinaciones. Es obvio que las instituciones tradicionales en las que descansa la cultura, también por lo que acabamos de relatar, han fallado en la dimensión de la educación y de la democracia y, por supuesto, en el hecho de que las personas, si bien no cabe generalizar, se dejen vapulear por innobles sentimientos inconscientes. Pero lo indeseable puede empeorar.

 

Para concluir

El Dr. José Miguel Pueyo, presidente honorario de la ULP-Gi y presidente de la Escuela de Psicoanálisis de Girona, explicaba en su último libro La otra escena de la corrupción. Familia y sociedad en el destino personal: Jordi Pujol i Soley, cómo se conforma el sujeto humano, su configuración en el Otro familiar y en el Otro sociopolítico y cultural, la importancia fundamental de la Función-del-Padre en la subjetividad en lo que somos y las consecuencias que su declive tiene en la posmodernidad, declive que se evidenció en la presentación del último libro de la psicoterapeuta Silvia Congost.

 

Girona, 9 de febrero de 2017

José Miguel Pueyo y Jordi Fernández